¡Me alegró mucho que desde hace varios días los fabricantes de piñatas prepararon las de diablos para quemar hoy al atardecer!
En 2020, la Quema del diablo debería ser una ocasión especialmente significativa, que no debería pasar sin algo de reflexión, sobre todo en compañía de la familia. En la tradición guatemalteca, la Quema del diablo es una oportunidad para echar al fuego lo malo, lo inservible, lo caduco lo que hace daño, y lo que no queremos para el año que viene, en un contexto místico y mitológico. Todo lo malo de 2020 en el contexto del SarsCov-2 y del encierro forzado debe arder, pero no debe ser olvidado.
Desde una perspectiva racional y más universal, la fiesta trae la luz y el fuego a la época del año en la que las noches son más largas, frías y oscuras, por lo que es apropiado celebrarla con familia y amigos, y recordar que aún en la oscuridad es posible la luz. Estoy seguro de que cada quién podrá sacar de todo esto lecciones de vida y aprendizajes que habrá que transmitir a las generaciones siguientes.
Disfruto mucho esta fiesta chapina porque es una ocasión propia para celebrar la vida con amigos queridos y para recordar a dos personajes malentendidos, uno de ellos casi olvidado y que -aparentemente- no tienen nada en común: Lucifer y Prometeo. Ambos se rebelaron contra dioses tiránicos y arrogantes. Ambos fueron cruelmente castigados por su atrevimiento. Uno es el traedor de luz, y el otro les dio el fuego a los hombres. Ambos son heroicos.
Hace dos años, cuando fuimos a la Quema del diablo en el Cerro del Carmen, el cura explicó que Maria, la que anuncia la luz, precede a Jesús que es el Sol; y en la realidad, ¿quién precede al Sol? Venus precede al Sol cuando Venus es lucero de la mañana. ¿Y cuáles son otros nombres antiguos de Venus? Lucifer, el traedor de luz; e Ishtar -diosa del amor, de la belleza y de la fertilidad-. Los mayas, por cierto, no eran ajenos al concepto de que Venus, Lucifer, o Ishtar es traedor de luz. Ya que para ellos Venus (el heósforo) anunciaba que le Sol saldría ese día, luego de su paso por Xibalbá.
Este año, por cierto, habrá que ser más prudentes, moderados y responsables con la celebración de esta fiesta. Pero habrá que celebrarla, ¡Por la vida, y por el valor de quienes traen la luz y de quienes se rebelan ante dioses tiránicos y arrogantes!
Cuando era niño, la fiesta solía incluir la reunión de amigos en la mañana para ir a buscar ramas y chiribiscos con qué armar la pira, la llegada de mi padre con cohetes y algunos fuegos artificiales, los buñuelos preparados por mi madre y mucha alegría en la calle y en la casa. Cuando era niño no había piñatas de diablos; por cierto. Y si el año entrante quieres pasar un 7 de diciembre extraordinario, te recomiendo las loas en Ciudad Vieja. Una experiencia encantadora.