Hoy se cumplen 29 años desde que se vio el último eclipse total de Sol en la ciudad de Guatemala. El que vi en el balcón de la casa de mi madre, junto a ella y a mi sobrino Andrés.
Es fascinante cómo se oscurece el día y cómo baja la temperatura; y cómo los pájaros responden al cambio súbito. También es un espectáculo sobrecogedor que debe haber estremecido a los antiguos.
Entre mis cuatas Natalie y Tracy, en el mall de la University of Maryland, College Park, durante el eclipse de 1998.
El primer eclipse de Sol del que tengo memoria fue uno total que ocurrió en 1973. Ese lo viví en casa de mis padres; y en el colegio no se hablaba de otra cosa. Ese y el de 1991 fueron los mejores porque fueron totales.
He visto otros eclipses parciales de Sol; uno en La Antigua, otro en la Universidad de Maryland, en College Park en 1998; y otro en la Universidad Francisco Marroquín en 2017.
Es una lástima que no tenga fotos de 1973, ni de 1991.
Más frecuentes que los eclipses de Sol son los de Luna; fenómenos encantadores que -como los del Sol- y otros fenómenos celestes, invitan a meditar.
Me maravilla pensar en cómo es que la humanidad -o más bien como es que una buena parte de la humanidad- ha pasado de las explicaciones místicas a las explicaciones científicas de los eclipses y meteoros. Como es que pasamos de la creencia de que un murciélago se comía al Sol, a entender la relación que hay entre el tamaño de la Luna y su distancia con respecto a la Tierra y al Sol para explicar por qué es que una cubre al otro.
El próximo eclipse visible en la ciudad de Guatemala será uno parcial el 14 de octubre de 2023.
