El viernes nos enteramos de que las exportaciones guatemaltecas registraron un segundo año consecutivo de bajos desempeños, que la generación de divisas se mantuvo estancada y que las importaciones van al alza.
Al leer la noticia así de dramática me acordé del capítulo titulado El afán exportador, en La economía en una lección, por Henry Hazlitt.
En esa obra, que es una joya, Hazlitt advierte que el ansia enfermiza de exportar que experimentan todas las naciones se halla superada tan sólo por el temor, no menos morboso, a las importaciones.
Esta afirmación, que Hazlitt explica muy bien en el capítulo que te recomiendo leer, es contraintuitiva, ¿verdad? Por eso te recomiendo leer el texto al que me refiero en esta entrada.
Es cierto que los ejemplos que muestra Hazlitt son de los Estados Unidos de América; pero los principios de su argumentación son universales. No te dejes distraer por lo eventual y accesorio del capítulo. Concéntrate en los principios. Hay que tener cuidado porque el autor señala bien que las mismas personas capaces de razonar con claridad y sensatez cuando el tema se refiere al comercio interior se muestran increíblemente apasionadas y torpes cuando se trata del comercio exterior.
Hazlitt concluye en que empréstitos antieconómicos y subsidios a la exportación son ejemplos adicionales del error de tomar en consideración tan sólo las consecuencias inmediatas de una política sobre determinados sectores, sin tener en cuenta, por falta de paciencia o inteligencia, los efectos a largo plazo de tal política sobre toda la colectividad.
La nota que da lugar a esta entrada tiene otra curiosidad contraintuitiva. Un exviceministro de Comercio, de Guatemala, dice que el crecimiento marginal que tuvo el ingreso de divisas por exportaciones es preocupante porque muestra menor competitividad en algunos sectores.
Sobre el concepto de competitividad, la economista Deirdre McCloskey acaba de decir, en Colombia, que la competitividad no es una palabra que un economista serio usa. Es una expresión de escuela de negocios, y es insignificante. Cualquier país tiene una ventaja comparativa, sin importar cuál sea su ingreso, y los patrones de comercio son determinados por ella, y no por lo que los economistas llaman ventaja absoluta (es decir, cuán productivo es). Si la ventaja absoluta, la competitividad, genera comercio, y no todos son tan productivos como EE.UU. o Japón, ¿no se debe hacer nada? Por ejemplo, si James Rodríguez es el mejor jugador en la cancha, ¿el resto del equipo debe sentarse en la banca y no hacer nada? No es así.
Da que pensar, ¿verdad?
Ojo, porque el de los exportadores es un lobby muy influyente que, en busca de beneficios de corto plazo para sí mismos, puede genrar efectos muy perjudiciales para todos, en el largo plazo.