Un niño de 9 años fue encontrado muerto y colgado de una cuerda en su habitación, en Nahualá, Sololá; y este es el segundo caso de suicidio infantil que ocurre en aquel departamento, en una semana. El viernes pasado, una niña de 12 años también decidió quitarse la vida y se colgó de un árbol. Hace muchos años que no se reportaban suicidios de niños en Sololá y la gente está consternada; y no es para menos.
Debido a que -según los expertos- los suicidas no es que quieran morir, sino lo que quieren es dejar de sufrir y ponerle fin a la vida es el único camino que ven frente a sí, a mí me conmueven mucho este tipo de actos; y más si los suicidios son de niños.
En septiembre del año pasado comenté la noticia de que la tasa de suicidios, en Nebaj, ha crecido de seis casos en 2009 a 21 en 2017 y a 14 en lo que va del año; y advertí que hay un subregistro y que se estima que las cifras podrían triplicarse. El fenómeno del suicidio no es exclusivo del área Ixil; en San Carlos Sija, Quetzaltenango, también hay preocupación por el mismo tema. ¿Cómo será en otras poblaciones? Los dos suicidios de Sololá nos dan un atisbo de respuesta.
Según un artículo que leí, El infante potencialmente suicida es un niño que piensa más en la muerte que otros. A nivel cognoscitivo está mucho más desestructurado, viven los fracasos de forma más grave de lo que realmente es, sin encontrar vías alternativas de solución.Tiene más variaciones en el concepto de la muerte, piensa más en ella como un fenómeno reversible; vive el fracaso escolar como un fenómeno sin solución. Su capacidad de pensamiento es limitada y posee visión de túnel lo que le imposibilita encontrar opciones viables.
Es cierto que cuando uno es niño todo lo ve con lupa; pero cuando yo tenía 9 años, seguramente estaba fascinado con viajes interplanetarios, planeando como patrullar el vecindario en bicicleta y con mis cuates, o devorando enciclopedias. ¡Claro que tenía problemas! Sacaba malas notas en el colegio, me estaba descubriendo, de cuando en cuando se me iba la mano con alguna travesura y cosas así; y no puedo imaginarme el nivel de tristeza y desesperación al que los niños como los dos de Nahualá.
El artículo que leí dice que algunas motivaciones inmediatas que provocan el suicidio infantil pueden ser los intentos de venganza, dejar de ser una molestia, el abuso o maltrato, cualquier síntoma de perturbación familiar. La depresión infantil es un hecho y se refiere a un conjunto de síntomas, que como mínimo debe durar alrededor de un mes e incluye síntomas que afectan:
• El humor: el niño se siente triste, llora con facilidad, es
incapaz de encontrar disfrute en diferentes cosas que antes
gozaba.
• El aspecto psicomotor: se cansa sin motivo y su actividad
desciende a pasos agigantados.
• El aspecto cognitivo: apreciamos que sus pensamientos están
distorsionados, parece haberse alterado la capacidad de comprensión y la capacidad de atención.
• Aspectos psicosomáticos: alteración del sueño, en el comer, pérdida de apetito, dolores de cabeza, vómitos, orina involuntaria y dolores abdominales.
¿Qué necesita un suicida potencial para ayudarse y alejarse de aquella posibilidad? En principio validación, empatía y redes de apoyo, elementos que son difíciles de conseguir en poblaciones modestas, con tejidos débiles y en las que abundan las creencias irracionales y la descalificación. Ahí, sin embargo, hay oportunidad para el emprendimiento social y para el liderazgo responsable. No sólo como el teléfono de prevención contra el suicidio, que es el 5392 5953 y que ya lleva por lo menos 15 años de servicio valioso; sino con programas y materiales diseñados cuidadosa y específicamente.
Si ha de haber soluciones, yo no me sentaría a esperarlas desde la política. Este es un llamado al liderazgo local y a emprendedores sociales para que actúen como tales.
Las pelis que comparto abordan el tama, ambas me impresionaron en su momento, claro que no se relacionan con los contextos rurales y culturales de los suicidios que motivaron estas meditaciones; pero son buenas pelis sobre el suicidio de niños.