Cuando yo era niño había un juego llamado Oh, Ah. Uno tomaba una pelota, y a una distancia prudente la arrojaba contra una pared para que rebotara. Al tiempo que recitaba en cada tiro: Oh, Ah, sin moverme, sin reírme, en un pie, con una mano, media vuelta, vuelta entera, atrás y adelante, caballete, rodillete y así con el propósito de no dejar caer la pelota, ni reírse y ejercitar las habilidades motoras y supongo que hasta cognitivas. Si uno dejaba caer la pelota, otro de los jugadores empezaba con el Oh, Ah.
Para tener éxito en el juego uno tenía que enfocarse y concentrarse, y no dejarse distraer por los otros jugadores.
Un poco así andamos los chapines, “con más de una olla en la estufa”, diría yo. Que si tal, o cual va a Matamoros, o a Mariscal Zavala; que si los diputados aprueban la ley de in-competencia; que si amplían las facultades del estado para escudriñar las cuentas bancarias; que si tal, o cual antejuicio prospera, o no; que si hay grupos que quieren prohibir el plástico y otros queman maquinarias industriales y así podemos alargar la lista. Y para colmo, nos preocupamos que si el muro, que si esto y que si lo otro. Es Oh, Ah, con todo.
Tanta cosa nos distrae de lo que es lo más importante: no dejar caer la pelota en dos áreas clave. ¿Cuáles? La reforma judicial y la reforma política. ¡Pero no cualesquiera reformas! La reforma judicial debe ser una que sirva a la justicia y que aleje a los grupos políticos y a los grupos de interés del control de los tribunales; una que no sea de carácter ideológico y que distinga la justicia, de la venganza. Y, ¿qué reforma política? Una que facilite y fomente la participación ciudadana; una que no sea clientelar; una que rompa el oligopolio que ejercen esas roscas politiqueras que mal-llamamos partidos políticos; una que proteja el carácter de mandantes que tienen los ciudadanos frente a los mandatarios; una que consolide el sistema republicano y aniquile los privilegios.
Como mandantes, deberíamos distinguir lo urgente, de lo importante, y enfocarnos y concentrarnos para que no se nos caiga la pelota, sin descuidar lo demás.
Columna publicada en elPeriódico.