Cuando las autoridades te cuentan que el país pagó X cantidad de millones de dólares menos por la importación de comsbustible derivados del petróleo, te engañan. Cualquiera que sea la cantidad que X representa. ¿Dónde está el engaño? El país no compra combustible, sino que lo compran las miles y miles de personas que lo compran. El gobierno compra combustibles, pero el gobierno no es el país.
Tu compras combustibles de acuerdo con tus necesidades, tus pobilidades y valoraciones; del mismo modo en que lo hacen tu familia, tus amigos, tus colegas, tus vecinos y el resto de la gente. Si compras más, o compras menos, eso se debe a decisiones poco más, o menos racionales que haces en situaciones específicas. Y lo mismo hacen los demás. Todas son decisiones y acciones individuales en condiciones particulares.
El peligro de la colectivización de aquellas decisiones y acciones, y el de convertirlas en un acto atribuible a el país, es que se desconocen y anulan las decisiones y valoraciones de todas las personas involucradas en la compra de combustibles; y se unifican en un sólo ente abstracto que paga la factura: el país. En el imaginario popular, ese ente abstracto -el que paga- pasa a ser el que decide. Y el que decide es el que tiene el poder, o la facultad de consumir, o no consumir. ¿Ves el peligro? Lo que serían sencillas decisiones de consumidores en el mercado; se convierten en una decisión política. Lo que debería ser propio del sector voluntario y pacífico de la economía es arrastrado hacia el sector coercitivo de la economía. Si consumes, o no combustibles y a qué precio, deja de ser un asunto entre tu y tu proveedor y pasa a ser un asunto de estado, de la política; y por lo tanto de los políticos y sus funcionarios. ¿Ves el peligro?