Hoy se celebra la fiesta de Halloween. En Guatemala esta festividad se fusiona con los dos días siguientes cuando se celebra la vida (recordando a los muertos) las familias se reúnen para comer e intercambiar el fiambre; y mi hipótesis, sin fundamento científico, es que la fiesta del fiambre es nuestro Día de Gracias.
La noche de Halloween es importante porque es la víspera. Es la noche en la que se deja curtiendo el fiambre para comerlo al día siguiente. La noche en la que los ingredientes quedan mezclándose y fusionando sus sabores y aromas. Además es una noche lúdica en la que celebramos la vida y nos burlamos de la muerte; así como de las brujas, de la hechicería y de otros productos del misticismo. Hoy en la noche, en mi casa, cortaremos y coceremos las verduras del fiambre y lo dejaremos 85% listo para mañana (ayer preparamos las carnes).
En el día 1 las familias recuerdan a los que han fallecido y alrededor de un plato opulento –que incluye carnes, embutidos, vegetales y adornos exuberantes– celebran que están unidas, que pueden comer aquellas delicias y que ¡hasta pueden compartirlas!
El fiambre, como el pavo y otras maravillas del Día de Gracias en otras latitudes, no es posible sin trabajo productivo, ni cosechas, ni ahorro, ni salud, prosperidad y talento. La del fiambre es una festividad que celebra los frutos del trabajo productivo y la dicha de tener con quienes compartirlos. Hace un par de años leí, en Twitter, que La verdadera soledad es no tener quién te regale un buen plato de fiambre.
De vuelta al Halloween, no es cierto, por cierto, que la tradición de pedir dulces en la noche de hoy sea ajena a la cultura chapina. Los niños de antaño, durante lo que ahora conocemos como Halloween, iban de casa en casa recitando: Angeles somos/ del cielo venimos/ cabecera pedimos./ Si no nos la dan/ puertas y ventanas lo pagarán. Era la versión criolla del trick, or treat; y si los críos no recibían sus dulces de ayote y de jocotes manchaban puertas y ventanas con cal.
Ahora está de moda quejarse del Halloween porque hay gente que dice que es cosa del diablo, queja que me parece tan absurda como el tema de los encantamientos. ¿Qué de diabólico puede haber en un montón de críos pidiendo dulces? El hecho es que eso es lo único que les importa a los niños. ¿Y a los grandes? Pues a los grandes nos gusta la parranda…¿y qué? El diablo no tiene que ver con el placer, ni con la diversión, ni con la alegría; sino con las llamas y el olor a azufre….y seguramente con los prejuicios de esa gente que teme que alguien, en algún lugar, esté siendo feliz. Como dijo Facundo Cabral: hay que ser feliz en este mundo; porque los que no son felices se la pasan jodiendo a los demás.
De cualquier manera, una fiesta en la que se celebra la vida y en la que se hace mofa del misticismo; una fiesta en la que se celebran la bonanza y la prosperidad, y una fiesta en la que la familia es el núcleo unificador, es una fiesta que merece ser celebrada.