Reformas a la ley electoral

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El 10 de junio concluye el período de inscripción para participar en la mesa de trabajo de reformas a la ley electoral y de partidos políticos; una reforma que: no debería ser cosmética; debería dividirse entre lo que es urgente y prioritario, y lo que no; y que no debería atender intereses específicos de los agentes involucrados.

Entre las reformas urgentes, prioritarias y de fondo está la necesidad de fortalecer la autoridad del Tribunal Supremo Electoral; fortaleza debe ser institucional. Fortaleza que debe ser jurídica, financiera, técnica y moral. Es inaceptable que los dirigentes que aspiran a ser electos para tener el control político del país puedan violar la ley, salirse con la suya y reírse del tribunal. Es inaceptable que el tribunal no tenga la autoridad suficiente para someter a la ley a aquellos dirigentes.

También está la de quitarles a los partidos políticos nacionales el monopolio de las postulaciones.   Sometidos a normas que garanticen la transparencia financiera y de gobernanza en aquellas organizaciones, la competencia política debería ser abierta y a todos niveles: nacional, regional y distrital. Que sean los electores los que validen los partidos.

Otra reforma urgente es la de acabar con la reelección de diputados y alcaldes. Este embrión de república no debería acarrear el lastre de caciques y rentistas parasitarios que consiguen ser electos y luego es casi imposible retirar del poder debido a que, cuando no usan una u otra forma de fuerza para retenerlo, sí tejen clientelas sólidas e influyentes cuyos intereses no pueden correr el riesgo de ser alejadas del poder.

¿De qué hay que huir como se escapa de la peste? De las cuotas, por ejemplo; los candidatos deberían ser seleccionados y electos por sus ejecutorias individuales de vida, y no por el grupo al que pertenecen. Del financiamiento de los partidos por parte de los tributarios, por ejemplo; los partidos no deben ser una boca más pegada a la teta del presupuesto del estado. Debemos huir de la prisa y recordar que el que mucho abarca poco aprieta.

Y, mientras tanto, ¡Nos vemos en la Plaza de la Constitución el sábado!

Columna publicada en El periódico.

Actualización: Mis cuates María y Jorge me hicieron repensar el tema de la reelección. Cuando uno aborda este asunto normalmente piensa en los malos diputados que se han enquistado en el Congreso; pero…¿y los buenos? Que los hay.  Ahora es obvio que pasé ese detalle por alto.  El asunto de los malos diputados que se perpetuan se resuelve con una forma más personal de elección, no por paquetes, sino por nombres. En 1984/85 estuve cerca de las discusiones sobre las listas nacionales; y la idea de fondo es que estas eran para asegurar la participación y elección de las élites intelectuales de los partidos que posiblemente no serían electas a menos que fueran en paquete.  Pero lo que ocurrió es que las listas nacionales sirvieron sólo para asegurarles un boleto a los dirigentes de los partidos, y qué élites intelectuales ni que nada.  De cualquier manera, ahora me parece evidente que eliminar la reelección, por sí misma no es una solución.

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