Caldo de albóndigas y un viaje en el tiempo

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-Pregúntame si puedo viajar en el tiempo.

-¿Puedes viajar en el tiempo?

-Si…Claro que no puedo viajar en el tiempo literalmente; pero si puedo hacerlo por medio de aromas, sabores, texturas, colores y sonidos. Ayer, por ejemplo, viajé en el tiempo gracias al caldo de albóndigas que preparamos en casa.  Esta es la receta de mi abuelita Juanita y mi tía abuela, La mamita.  La última vez que lo comí en su casa fue antes de 1976 -porque esa casa se cayó para el terremoto- y fue para un almuerzo al que llegamos mi madre y yo.  Ayer vino mi madre a casa, fuimos al mercado, compramos los ingredientes y aprovechando que el día iba a ser lluvioso, frío y gris, dispusimos hacer el caldo de albóndigas.  Y tomar un par de Tom Collins en lo que cocinábamos.

La cosa era lograr la sazón exacta que tenía el caldo que hacían La abuelita Juanita y La mamita.  ¡Y tuvimos éxito!  El caldo salió perfecto.  Tan bueno que me transportó por lo menos 38 años atrás.  Así que viajé en el tiempo.

Siempre he sido sopista.  Más sopista que caldista en el sentido de que me gustan más las sopas y cremas espesas que los caldos; pero me encantan el caldo del cocido, el de gallina, el de pollo y el de albóndigas.  En casa de mis padres sólo se tomaban sopas en la cena; pero en casa de mis abuelas también se tomaban sopas, o caldos, en el almuerzo. En fin, me alegro mucho de haber hecho caldo de albóndigas y de haber recordado con mucho cariño a aquel par de viejitas.

Por cierto…y cambiando de tema, pero no mucho.  ¿Qué tal algo de humor retorcido?  Si conoces un niño que recién haya aprendido a hablar, digamos que no mayor de cuatro años.  Pídele que diga albóndiga…y 9 de cada 10 niños dirán Albón.  Es que los niños cuando uno les pide que digan albóndiga interpretan que uno quiere que digan Albón.  Es decir: Albón, diga.  Pruébalo y me cuentas.

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