Durante siglos, los agricultores en los valles andinos –ecosistemas muy frágiles– han observado el comportamiento de animales y plantas para saber qué cultivos sembrar y cuándo. Los agricultores que se guían por sus observaciones de la naturaleza, han reducido hasta en un 40 por ciento sus pérdidas económicas relacionadas con el cambio climático. De esto me enteré el miércoles por El periódico.
Esto no debería sorprendernos en estas latitudes, porque sabemos que el Calendario Maya está íntimamente relacionado con el ciclo del maíz y con observaciones astronómicas precisas. Igualmente, los antiguos egipcios basaban su calendario en la observación de los ciclos del río Nilo, cuya inundación convertía las tierras desérticas en campos fértiles para los cultivos.
Las antiguas civilizaciones y culturas no perdían detalle de sus entornos, y sabían que en medio de los ciclos constantes había cambios. Cambios de corto plazo y cambios de largo plazo. Y por eso, como los agricultores andinos, nunca dejaban de observar para entender qué es lo que estaba ocurriendo y para adaptar sus prácticas –no solo agrícolas, sino sociales– a los cambios. La precariedad de sus economías los obligaba a no perder detalles y a siempre estar alertas en las observaciones.
En otro contexto, nuestra civilización se mal acostumbró a la estabilidad y a la abundancia que trajeron el capitalismo, la revolución industrial, la ciencia y la tecnología. Nuestra civilización se obsesionó con la seguridad y la estabilidad. Olvidó que la escasez y el cambio constante han acompañado a la humanidad durante toda su existencia. Se engañó y olvidó que el dinamismo es lo que caracteriza al universo, y se apoltronó en la inmovilidad. Por eso es que mucha gente cree que hay que combatir el cambio climático y, peor aún, mucha gente cree que es responsable del cambio climático. Hay un caveat; pero de eso me ocuparé en otra ocasión.
¡Más saben los agricultores andinos!, que observan los cambios y se adaptan a ellos para tener éxito. Más sabían los antiguos que los fanáticos de la inmovilidad que paralizan el dinamismo por medio de legislación y de la fuerza.
Columna publicada en El periódico.
La gran mayorá de los alarmistas vieven del tema, por lo que constantemente están asustando con el petate del muerto, pero la ciencia no está de su lado