A ver, ¿cómo es que una serie mexicana acerca de un grupo de adolescentes de último año de Secundaria podría sorprenderme para bien? Pues abordando los temas y las historias no sólo desde perspectivas razonables y no cargadas de ideología; sino con una trama ágil, íntegra y coherente. Además, con historias que de atrapan y personajes entrañables.
Ese es el caso de Bienvenida realidad, una serie que no me decepcionó como me había ocurrido con las dos series latinoamericanas que había visto antes y que terminaron chorreándola luego de la primera tercera parte de sus capítulos.
Los personajes de Bienvenida realidad enfrentan problemas que suelen estar presentes en muchas familias y muchos adolescentes en mayor, o menor medida: disfuncionalidad, dificultades, abuso de drogas y tráfico de drogas, cuestionamientos de identidad sexual, trastornos alimenticios, embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual, bullying, tribus urbanas, inseguridad ciudadana, la guerra perdida contra las drogas y otros más sencillos como qué hacer después de graduarse de la secundaria, cómo resolver desaveniencias con amigos y parientes.
A lo largo de sus 120 capítulos, la serie lleva al televidente por una montaña rusa de acontecimientos en la que la velocidad vertiginosa es posible sólo por una estupenda producción y por un guión que no da muestras de parches. Es como si hubiera sido hecha con base en un libro. A ratos es una caricaturización de las sociedades latinoamericanas y a veces es una meditación acerca de estas.
Una de mis caricaturizaciones favoritas es la conversión al marxismo por parte de uno de los personajes juveniles. Y una de mis meditaciones favoritas es la que ocurre al rededor del tema del aborto.
El casting es convincente y los personajes están bien diseñados e interpretados. A veces se nota algo de sobreactuación pero es tan consistente que uno puede suponer que es a propósito. ¿Cuáles fueron mis personajes favoritos? En ese orden: la directora, Cristina Garza; la maestra, Lucía; y los alumnos Bruno, Nicolás y Regina.
Durante la mayor parte de la serie pensé mucho en la Premisa del universo benevolente: La idea de que la realidad es “benevolente” en el sentido que si te adaptas a ella, es decir, si piensas, valoras y actúas racionalmente, entonces puedes conseguir tus valores (y exceptuando accidentes, los conseguirás); los conseguirás, porque los valores están basados en la realidad.
Su consecuencia es la incapacidad de creer en el pode,r o en el triunfo del mal. Independientemente de la corrupción que uno pueda haber experimentado y lo cerca que le haya tocado, uno es incapaz de aceptarla como lo normal, lo permanente o lo metafísicamente correcto. Uno siente: “Esta injusticia (o terror o mentira o frustración o dolor o angustia) es la excepción en la vida, no la regla”. Uno está seguro de que en algún lugar de la tierra – aunque no sea en ningún lugar cercano o a su alcance – una forma adecuada y humana de vida es posible para los seres humanos, y que la justicia sí importa.
En la serie las acciones tienen consecuencias y las consecuencias -buenas, o malas- deben ser enfrentadas y resueltas. Las cuestiones éticas son abordadas no desde perspectivas gazmoñas, ni desde ángulos caprichosos: te va a sorprender porque no es lo usual. Bienvenida realidad te va a atrapar; pero no porque sea una serie para halagar a las masas de televidentes promedio, sino porque sospecho que sus escritores, directores y productores se animaron a elevar la barra.