El Ejército de Guatemala no debe caer en la trampa de involucrarse en la intervención de las aduanas.
El presidente Otto Pérez anunció la posible intervención de la Superintendencia de Administración Tributaria y para ello involucraría a tropas del Ejército. No para que el Ministerio de la Defensa nombre a un oficial como interventor, sino para que los soldados sellen dos puertos, la aduana central y dos pasos fronterizos.
La disposición es una trampa, porque en ninguna parte del Artículo 244 de la Constitución dice que sea función de la institución armada algo así como garantizarles ingresos tributarios a los pipoldermos. Es trampa porque expondrá a las tropas a uno de los ambientes más corruptos del sector público. Es trampa porque los soldados no están entrenados para hacerla de vistas.
Además, es un mal síntoma que, como lo informó La Hora, algunos grupos del sector privado hayan manifestado un anticipado apoyo a la disposición; y hayan pedido que se establezcan más controles en el sistema de aduanas. Parafraseando a Adam Smith: Los “empresaurios” del mismo gremio rara vez se reúnen con los “pipoldermos”, siquiera para pasar un buen rato, sin que terminen conspirando contra el público.
Los pipoldermos están desesperados por tomar más de tu dinero sin que la corrupción haya sido siquiera disminuida sustancialmente; sin que se haya eliminado del presupuesto todos los privilegios para intereses específicos; y sin que haya mejorado la calidad de la administración del dinero que le expolian a la gente. Por otro lado, ¿qué es el contrabando sino el intercambio, criminalizado por la idea de que gobernar es gravar para gastar?
El Ejecutivo y los patrocinadores de la mala idea de involucrar al Ejército en las aduanas pierden de vista lo que ya sabía José Batres Montúfar: ¡Mientras más leyes hay, más contrabando!/ Y yo de sopetón, sin que se entienda/ que en materias que ignoro me entrometo,/ a la dificultad hallo la enmienda;/ y la quiero callar con el objeto/ de colocarme al frente de la hacienda:/ cuando la obtenga se sabrá el secreto,/ que, en reserva, sin tropas y sin balas/ consiste en suprimir las alcabalas.
Columna publicada por El periódico.