A veces, tengo la impresión de que -en algunos ambientes- lo que importa es el poder. Mientras más, mejor. Mientras más ilimitado está, mejor. Mientras más omnipresente es, mejor. En eso pensé cuando leí, el sábado pasado, que un lector de un diario se quejaba de que la Ley de Actualización Tributaria ha sido impugnada en su totalidad; y de que si esas impugnaciones prosperan se estará desahuciando al estado. Lo que leo es que al autor le preocupa más la vigencia de una ley y de los impuestos, que la legitimidad y la constitucionalidad de aquella legislación. Parece que en aquellos ambientes, si una ley amenaza el bienestar económico de los que dependen del presupuesto del estado, no importa si es ilegítima e inconstitucional, y su impugnación es una amenza.
El estado, ya lo sabes tu, es una ficción; y quienes realmente se benefician del dinero que se les expolia a los tributarios son los políticos y funcionarios que viven directamente del presupuesto; y la clientela del mismo. Y claro…a ellos no les conviene que prevalezcan la constitucionalidad y el estado de derecho. Por eso reaccionan cuando ven que sus intereses son amenazados. En esos ambientes lo que importa es el poder…el poder para tomar dinero ajeno por la fuerza y redistribuirlo políticamente entre los intereses que tienen acceso a influir en la conformación del presupuesto.
La misma perspectiva se ve cuando uno lee titulares como: La Corte de Constitucionalidad da un revés a la reforma tributaria. El mismo convierte en algo negativo lo que es positivo. La Corte actuó en defensa, no sólo de el estado de derecho, al invalidar una norma legislativa que contraviene a la Constitución; sino que falló en defensa de los tributarios, a quienes se despojaría de su propiedad de forma ilegítima e inconstitucional. Es cierto que el fallo perjudica a los políticos, funcionarios y clientela que depende de aquella expoliación; pero la Constitución, y la Corte de Constitucionalidad existen precisamente para evitar abusos como ese.
Hay ambientes en los que se cree que es correcto que los intereses colectivos prevalezcan sobre los derechos individuales. Y por eso es que creen que el poder de los intereses colectivos debe imponerse sobre los derechos de las personas.
La cosa, sin embargo, es al revés. Los intereses colectivos podrían prevalecer sobre los intereses individuales; pero nunca sobre los derechos individuales. ¿Por qué? Porque es de interés colectivo que así sea. Por eso es que a todos nos coviene que la Corte de Constitucionalidad invalide la legislación inconstitucional. Nos conviene que la Corte falle en defensa del estado de derecho (y no en la del estado de arbitrariedad). Aunque sean perjudicados, y reciban un revés, los intereses de quienes ejercen el poder.