El libro de los sueños

Luis Chivalán es un niño que, al salir de la escuela, saca de su bolsón una caja de lustre y la hace de empresario. Es uno de los cinco chicos que forman parte del proyecto El libro de los sueños, de elPeriódico. Las otras historias de este proyecto son igualmente conmovedoras e impresionantes; de niños trabajadores que en el basurero, en buses, en el cementerio, o en el mercado, se ganan la vida y persiguen su bienestar, su felicidad y la de los suyos.

La de Luis me llamó la atención en particular porque –aunque los cinco son, en mayor, o menor grado trabajadores por cuenta propia– fue el único que expresó su deseo de ser empresario.  ¡Qué distinta sería Guatemala si hubiera más patojos como este!; y menosempresaurios, menos oenegeros, menos Jovieles y menos buscadores de rentas parasitarias. su bienestar, su felicidad y la de los suyos.

Lo que se ha propuesto Luis Chivalán es titánico porque el ambiente institucional en el que está creciendo limita las posibilidades de surgimiento y multiplicación de emprendimientos.  Con la ayuda de muchos, Luis puede superar su situación actual, mejorar su calidad de vida y hallar oportunidades para estudiar y superarse intelectual y hábilmente.  Empero, a él y a los miles de Luises que tienen sueños similares los espera una sociedad hostil hacia la actividad emprendedora.  Y si quieres saber por qué, te recomiendo leer el Global Entrepreneurship Monitor  2010 – 2011, para Guatemala, que encuentras en http://tinyurl.com/bn6ugqw.

Seguramente deberíamos proponernos, cuando leamos historias como las de El libro de los sueños, hacer para estos niños un ambiente institucional propicio para el emprendimiento y para la actividad independiente. su bienestar, su felicidad y la de los suyos.

En Los fundamentos de la libertad, Friedrich A. Hayek advirtió contra el peligro que implicaba –para la libertad y la prosperidad– el hecho de que la mayoría de los electores tuviera una ética de asalariado, en vez de tenerla de trabajador por cuenta propia o independiente, o de empresario (que, repito, no es la misma que la del empresaurio).  Y el caso ejemplar de Luis debería invitarnos a meditar sobre eso.  ¡Más chicos así, y menos pidiendo una ley de la juventud, es lo que hace falta!

Por cierto que, para ayudar a este patojo, la cuenta en el BAM es 30- 2008465 -9 a nombre de María Jacinta Chivalán.

Esta columna fue publicada en El Periódico.

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4 comments

  1. Me encantan sus colunmas Luisfi, y cuando digo esto no me refiero solo a, que bonitas palabras, buena reflexión, sino que (pienso) que deberíamos tomarlo más como un recordatorio o una señal de “Actuemos Ya!!! No hay tiempo que perder!, adoptemos este tipo de ejemplos para nuestras vidas y poder ser día a día mejores personas, y en este caso ser capaces de ayudar a quienes mostrando tanto amor por la vida y pasión por superarse, nos necesitan. Yo ya actue pero espero que seamos muchos en esta lucha, para poder hacer de nuestra Guatemala un mejor país.

  2. Carlos Benavente

    Interesante, Luis. no a parte de todo, no dejemos de hablar de los patojos del campo, que no solo salen a pastorear a los animales, si los que se levantan temprano por ir a ganarse unos Q30.00 por 5 horas de trabajo, con este frio, y heladas que ultimamente hay -hablo del occidente de donde vengo yo tambien-

  3. que bueno que le gusto la Historia de Luis, lo conocimos en un viaje a la antigua con mi hermano y su novia y fue ella quien lo propuso para el libro de los sueños, ojala ese sueño de micro , pequeño y medianos futuros empresarios se cumpla,

  4. Tengo la fortuna de que mi pareja no sufra de insomnio y luche por cumplir sus sueños, logro darle vuelta a la tortilla y ahora es una persona exitosa (obviando claro, el hecho de que Se caso conmigo)*.

    Acabo de leer un libro, y no tengo palabras para describirlo, es pequeño, en dos o tres horas lo lei completo, queria hacerlo en mis tiempos de oseo pero alguien (Judio) me dijo que el estilo de vida que describe el libro aun Se vive en algunas comunidades Judias. Deberia leerlo, Se llama el Dador, de Lois Lowry. Al final siempre tenemos conciencia que hay algo mas, solo que muy pocos nos atrevemos a emprender la marcha.

    *puras bromas, jeje