Lluvias y el el recuerdo de doña Beatriz de la Cueva

Ahora que amaneció lloviendo, otra vez, me acordé de leer como cuenta, Maca Barret, lo que pudo haber sucedido el 11 de septiembre de 1541.  Estoy pensando en toda la gente a quien el agua, el lodo y las correntadas les han quitado sus vidas, o las de sus seres queridos, y sus propiedades.

Hacía dos días que Beatriz había asumido la gobernación de Guatemala, pero al igual que todos en Santiago, tuvo que pasarlos encerrada en su casa. Achubascada la atmósfera, fuertes ventarrones arremolinaban ahora las lluvias, y el agua y el lodo que llenaban las calles las hacían intransitables…a medida que avanzaba la noche arreciaba el viento, embistiendo el palacio con tal fuerza que aveces parecía sacudir sus bases; la lluvia azotaba paredes y ventanas como lanzada por una mano gigantesca y maligna, y tronaba casi incesantemente; pero cada vez que se producía una pausa en la furiosa tormenta, Beatriz podía oír aullar al mismo perro. Ahora sus aullidos eran más vehementes, más ansiosos, más inquietantes…”¿Esta…esta es una tempestad muy fuerte!”, pensó, procurando no perder la calma….encontró a su ama de llaves en el pasillo. Tenía los ojos dilatados por el terror; venía en busca de Beatriz para avisarle que algo funesto estaba sucediendo afuera; bajaban torrentes de agua de la montaña, arrasando las chozas que se encontraban a su paso….De pronto, un ruido que más bien parecía una explosión, las sacudió a todas; procedía de las habitaciones de Beatriz, y al ir a la puerta vieron que el viento había arrancado una ventana; el agua estaba entrando a chorros por el hueco que quedaba, llegando hasta el vestíbulo en que se encontraban….En cuestión de pocos minutos reinaba el caos en la planta baja; las aguas se llevaban muebles, espejos, puertas y ventanas rotas y su nivel iba creciendo con velocidad alarmante. Afuera se oían tremendos crujidos; el agua y el viento arrancaban de cuajo árboles enteros que luego chocaban contra los muros del palacio al ser arrastrados por la corriente…la casa se estremeció; una de sus paredes se vino abajo y un raudal turbulento de agua y lodo se precipitó dentro de la casa…y la turbia corriente arrebataba también a nueve mujeres cuyas bocas se llenaban de agua al abrirse y pedir auxilio

Maca Barret. El caballo rojo. Editorial José de Pineda Ibarra, Guatemala, 1962. Pp. 407-415

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1 comment

  1. Y 470 años después, parece que no ha cambiado nada ese relato, así de rápido avanza nuestro país.

    Saludos Luis.