Debe haber sido por ahí cuando tenía 6 años de edad e iba a la barbería, que quedaba en el viejo Hotel Palace de la ciudad de Guatemala, cuando vi a una persona con güegüecho o bocio; y debo haber pasado días y días con aquella imágen en la cabeza. De hecho, el asunto nunca se me olvidó. Allá por el Sexto grado de primaria me enteré de que el yodo previene el bocio. No cargues cosas muy pesadas porque te va a salir güegüecho, me decía mi tía abuela, La Mamita.
De eso me acordé ahora que leí que sólo el 67% de la sal guatemalteca está yodada, y que este mineral previene el retraso mental. Ahora que lo pienso, nunca volvía ver a alguien con bocio, en la calle.
Una vez, y no se donde, leí que para saber si la sal que uno consume tiene yodo, o no, lo que se hace es ponerle unas gotas de limón al NaCl y, si sale azul quiere decir que si tiene aquel elemento. ¿Alguien sabe si eso es cierto?
En casa, por cierto, sólo usamos sal de cocina y nunca usamos la sal de mesa refinada. Esto es porque a mí me gusta mucho la consistencia de la primera.