Hay mucho entusiasmo por el hecho de que el movimiento ¡Democracia real, ya! y sus indignados, están teniendo éxito gracias a las redes sociales; pero a pesar de que soy un entusiasta de aquellas herramientas, me inquieta más el fondo, que la forma.
Así que luego de leer un estupendo artículo por mi amigo José Benegas, titulado En lugar de indignarse, piensen, me metí al sitio Web de ¡Democracia real, ya! y lo que descubrí confirma por qué es que José aquel artículo. Es evidente que lo que los indignados quieren es más colectivismo. Su movimiento debería llamarse ¡Colectivismo real, ya!
Tienen razón cuando dicen que el actual funcionamiento de nuestro sistema económico y gubernamental es un obstáculo para el progreso de la humanidad; pero lo que los indignados reclaman es, precisamente, lo que hace que el sistema sea perverso. Los males del colectivismo, no se curan con más colectivismo. Eso lo saben los chinos, y lo saben en Cuba. Los males del colectivismo se curan con todo lo contrario. Por eso es que allá la gente pide libertad, cuando los indignados quieren igualdad.
Hoy me he pasado buena parte del tiempo que debería haber destinado a almorzar, para buscar los detalles de la siguiente anécdota, y no los encontré. Por eso se las comparto incompleta y con la esperanza de que algún lector ayude a completarla.
Cierto genial compositor clásico, o romántico, asistió a un concierto de otro maestro de gran talla. Al finalizar la presentación, el segundo le pidió un autógrafo al primero. Este tomó su pluma y, en el programa de mano, anotó las primera notas del concierto que -del maestro- acababa de escuchar. Debajo de aquellos acordes puso: Notas, que ¡Oh, por desgracia!, no escribió Fulano de tal.
Eso digo ahora y comparto con ustedes lo que escribió mi amigo, José.
“Lo que ustedes reclaman como hijos mal atendidos es lo que toda la vida les hemos estado diciendo los que no creemos en el uso de la autoridad central para manejar a la sociedad que el Estado no puede dar. No son sus dirigentes los que han fallado, ellos han hecho exactamente lo que ustedes demandaban y así les fue.
Las viviendas, los empleos, las jubilaciones que ustedes quieren que les den, deben ser producidas. Una vez que escribieron en un papel todos los derechos y aspiraciones que tienen alguien tiene que venir y hacer eso que ustedes dicen que nacieron con el derecho a tener (y ahora lloran ante los que se pusieron a escribir papeles cada vez más lindos y fueron entronizados a los puestos de mando), se deben fabricar los ladrillos, y el cemento, extraer el hierro de la roca y convertirlo en vigas, enviarlo en camiones – que muchos fabricaron – y ponerlas en su lugar. Y hay que estudiar para saber cuál es ese lugar. Ustedes piden que otros escriban todos esos derechos que dicen tener y ellos lo hacen. Crean oficinas de derechos y escriben leyes por las que ustedes van a tener todo lo que necesitan. Pero todavía falta la instancia de ponerse a trabajar ¿Y saben qué? Háganse cargo porque la verdadera naturaleza de sus pretensiones es deleznable. Quieren que esa autoridad vestida de paternalismo utilice la fuerza contra otros para que esos ladrillos, vigas y camiones, esos conocimientos adquiridos con mucho esfuerzo para saber cómo hacer sus viviendas, todo eso sea hecho esclavizando a todos los que intervienen en el proceso. Claro, ya no usan látigos directamente en la obra, solo pasa el recaudador y les revisa las cuentas para ver de dónde apoderarse del fruto de su trabajo. Y ustedes están ahí para alentarlos, sin saber que siempre los que pagan son ustedes. Parece que hay justicia finalmente en el mundo. Ustedes reclaman y ustedes pagan porque están ahí al margen de una economía que como tiene que cargar con el peso de sus pretensiones autoritarias, debe tirar el lastre de los menos productivos ¡Adivinen quiénes son los menos productivos! Ustedes los que están en las carpas quejándose porque su crimen no paga.
No se disfracen más de “democráticos reales”, ustedes son colectivistas reales. En el colectivismo no hay democracia alguna porque el ciudadano no existe, solo la maquinaria. No falsifiquen sus intenciones, van a terminar con la poca libertad que sus deseos han dejado en pie.
No pidan que se vaya nadie, váyanse ustedes. Váyanse al carajo. O empiecen a pensar. Tiren sus libros y busquen otros. Traicionen a sus maestros y libérense de la Matrix o déjense de joder de una buena vez con tanto llanto”.