Edgar Barquín, presidente del monopolio de emisión monetaria en Guatemala, asegura que el alza forzada a los salarios, decretada por la administración socialdemocrata que representa, no afectará el empleo. Eso contradice a las leyes de la ciencia económica; pero, ¿qué impora? ¿O sí?
El hecho es que Los salarios reales tienen su origen en la producción, no en los decretos y ordenes ministeriales. Nos guste, o no, y a pesar de la retórica socialista, la mejor manera de elevar los salarios es incrementando la productividad del trabajo; y esto se consigue por una mayor inversión de capital; por nuevos inventos y mejoras técnicas; por una gerencia más eficaz por parte de los empresarios; y/o por una mejor formación y adiestramento profesional de los trabajadores.
Por cierto que Barquín no está solo. Barack Obama, el presidente de los Estados Unidos de América, también anda en eso de cambiar las reglas del juego económico e ignorar las leyes de la ciencia económica.
Henry Hazlitt, en su Economía en una lección, explicó que no se puede sobrevalorar en una cantidad determinada el trabajo de un obrero en el mercado laboral por el mero hecho de haber convertido en ilegal su colocación por cantidad inferior. Lo único que se consigue es privarle del derecho a ganar lo que su capacidad y empleo le permitirían, mientras se impide a la comunidad beneficiarse de los modestos servicios que aquel es capaz de rendir. En una palabra se sustituye el salario bajo por el paro.
Barquín puede decidir que va a ignorar las leyes de la ciencia económica y que desde las alturas de su despacho, en el Centro Civico, va a abolir la ley de la oferta y demanda. Pero eso tiene consecuencias:
El saber acumulado de la ciencia económica forma parte fundamental de la civilización: es el basamento sobre el cual se han edificado el moderno industrialismo y todos los triunfos morales, intelectuales, técnicos y terapéuticos alcanzados por el hombre a lo largo de las últimas centurias. El género humano decidirá si quiere hacer uso adecuado del inapreciable tesoro de conocimientos que este acervo supone o si, por el contrario prefiere no utilizarlo. Si los hombres deciden prescindir de tan espléndidos hallazgos y menospreciar sus enseñanzas, no por ello ciertamente desvirtuarán la ciencia económica; se limitarán a destruir la sociedad y el género humano, escribió Ludwig von Mises en el último párrafo de su Acción Humana.
Si. Ando perserverante con esto de la importancia del acervo de la ciencia económica; pero ¡puchis!, que necedad la de los políticos socialistas. Y que peligrosa es esa necedad.
En contraste con Barquín y con Obama, Alvaro Santa Clos Colom sí parece conocer algunas de las ineludibles leyes de la economía. Ayer, al referirse a los precios topes, comentó que estos lo que hacen es que los productos desaparezcan del mercado. Santa Clos parece saber, también, que los precios no escapan a la ley de la oferta y la demanda; y por eso propuso que la gente consuma menos pan, para que baje el precio de este producto. Sería maravilloso, pues, que las políticas económicas de su administración aprovecharan las leyes de la economía para mejorar el nivel de vida de la gente; en vez de ignorarlas y contradecirlas con los consiguientes efectos empobrecedores. Porque lo que es cierto para el pan, también es cierto para el trabajo.
Pienso que el problema aquí es el dogmatismo de su análisis Luis. El salario no puede verse sólo como producto de la oferta y la demanda, sino como el costo de la reproducci´n de la mano de obra: el salario mínimo es lo que se necesita para mantener en funcionamiento la máquina humana funcionando y reproduciendose. Tanto Adam Smith y Ricardo lo plantean así, como Marx; el problema suyo y de los marginalistas es que contemplan todo en la óptica de la ley subjetiva del valor y al faltar la otra mitad (la teoría objetiva del valor) sus análisis se quedan cojos e infuncionales. Segun entiendo, según los libertarios y los marginalistas-austriacos, los salarios “deberían” autorregularse según la oferta y la demanda, pero ¿qué pasa cuando la inflación externa eleva los precios (el precio del pan, gasolinas) y los salarios no suben porque los empresarios “subjetivamente” no consideran necesario subir lo que pagan a los obreros? Como escribé en otro post de otro reconocido libertario, mientras menos el Estado intervenga en la economía, mejor, pero si los patronos no mejoran las condiciones salariales voluntariamente, ¿qué queda?
El ex-rector de la Fac. de Economía de la USAC (Luis Eduardo Velasquez) decía que su padre lo puso a estudiar a Hayek y a Mises ´para equilibrar la visión marxista´; talvéz debería usted, Luis, equilibrar sus conocimientos leyendo a Adam Smith, Ricardo, Keynes, y talvéz Marx.