Cuando leí que en la Cumbre Iberoamericana acordaron suspender al estado en que se hubiera materializado la ruptura del orden constituido o del estado de derecho, del derecho a participar en los distintos órganos e instancias, así como del goce de los derechos y de los beneficios que se derivan de ser miembro de la Conferencia Iberoamericana hasta que el orden constitucional sea reestablecido, me acordé de La puerta de Alcalá, de Ana Belén, que dice: Todos los tiranos se abrazan como hermanos/ exhibiendo a las gentes sus calvas indecentes.
Lo que supuestamente busca esa disposición llamada La cláusula democrática, es evitar los golpes de estado que interrumpan los ordenes republicanos en el sistema iberoamericano; es decir evitar los golpes de estado que sustituyan los estados de derecho, por los estados de hecho.
Empero, como quien hace la ley, hace la trampa, la cláusula resulta siendo otra cosa. En otros tiempos, los golpes de estado eran la burda toma del poder efectuada por, o con la complicidad de las fuerzas armadas, y la sustitución del gobierno legítimamente constituido por un régimen de facto. Una vez, en Primer curso de secundaria, alguien le preguntó a nuestro profesor de Estudios Sociales, don Benjamín, que cómo se hacía un golpe de estado; y el contestó que se disolvían el Congreso y la Corte Suprema de Justicia. Los tanques en las calles eran importantes; y yo añadiría que, en el caso particular de Guatemala, una cadena nacional con música de marimba y la voz como de bóveda del difunto Otto René Mansilla, eran un must.
Dicho lo anterior, las cosas han cambiado desde aquellos tiempos. Con la afinación de métodos, quienes quieren hacerse del poder total no siempre acuden a la fuerza, ni a los tanques. Y uno tiene la impresión de que los golpistas del siglo XXI aprendieron de los errores de los del siglo XX, de modo que ahora los hambrientos de poder -los tiranos- practican lo que se conoce como golpe constitucional. Y este tipo de golpistas utilizan la legislación y hasta la misma Constitución para consolidarse en el poder.
Este tipo de golpe pasa por un largo, casi imperceptible; pero consistente período de desinstitucionalización. Estas iniciativas generalmente empiezan desde el Ejecutivo, organismo que se asegura la cooptación y el control del Organismo Legislativo y del Organismo Judicial; así como de organos clave como la Corte de Constitutionalidad, el Ministerio Público, el Banco Central y el Tribunal Supremo Electoral, entre otros. Al mismo tiempo ocurren la neutralización de los grupos patronales y los sindicales; así como la de la Prensa independiente, a la del ejército y a la de la oposición. A algunos se los compra, a otros se les dan negocios, a otros se les acosa y persigue. A cada uno de acuerdo con sus circunstancias particulares.
Paralelamente, el grupo en el poder cría grupos de choque y clientelas que dan la apariencia de representar a multitudes de ciudadanos. Esto es porque para la democracia, que es el gobierno de la mayoría y no otra cosa, lo importante son los números y las apariencias de números. Ni la República, ni sus valores como el estado de derecho, tienen lugar en este esquema de cosas. De modo que quien dice representar a la mayoría controla el poder, y quien controla el poder es el valor supremo de la democracia.
El golpe, pues, no ocurre como un rompimiento constitucional porque los procesos de cooptación, neutralización, e incluso los de intimidación se dan dentro de los marcos formales de la legislación y de la Constitución. El formalismo, las apariencias y el jacobinismo son fundamentales para el éxito de este tipo de golpes porque garantizan la disolución de la división del poder sin necesidad de acudir a la fuerza, ni a los tanques. Este método quiere tiempo y paciencia, pero funciona. Ha funcionado en Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y podría funcionar en otros países.
Pero también puede ser detenido, cuando, como ocurre con ciertas formas de cáncer, es diagnosticado y tratado a tiempo. No existe el determinismo en este tipo de cosas; pero la identificación de la realidad y las acciones basadas en principios son tan atingentes como la radioterapa y la quimioterapia.
Aaaaaaaaaaaah, que bueno sería que lo que resolvieron en la Cumbre Iberoamericana el sábado pasado en Mar del Plata no se llamara Cláusula democrática, sino Cláusula republicana. Que bueno sería que no incluyera sólo los anacrónicos golpes tradicionales; sino también los contemporáneos golpes constitucionales
” Ha funcionado en Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y podría funcionar en otros países…”
Lo que sucede Luis es que la marea ha cambiado imperceptiblemente. Antes los guardianes de la oligarquía terrateniente y la burguesia vendepatría tenían de su lado al ejército y sin fin de instituciones cuyo principal objetivo era que las cosas no cambiaran en lo absoluto. Ahora que se han dado las condiciones para que la población elija o no sus gobernantes en una oferta más amplia, los gobiernos de izquierda han prevalecido. Lo que usted intenta y desafortunadamente no logra es defender el golpe de Estado en Honduras, con la tesis que Zelaya se “deslizaba” hacia el lado oscuro del chavismo… en base a esto, usted justifica el rompimiento constitucional con tal de que las cosas se mantengan siempre igual para nuestros pueblos. Lo siento mucho Luis, pero ante la falta de las bayonetas (que ya se dieron cuenta que no pueden gobernar) a la derecha (oligarquica o libertaria, lo misma cosa es) no le queda otra que competir… y va perdiendo en muchos sentidos. Triste deriva golpista de los herederos de Ayn Rand.