Con las Fiestas de Minerva o Minervalias, el presidente Manuel Estrada Cabrera celebraba a la juventud estudiosa; y desde su creación -en 1899 por sugerencia de Rafael Spínola- eran la máxima celebración de carácter nacional. Las Minervalias incluían deportes, arte, ciencia y tecnología. No parecían sólo fiestas de propaganda para exaltar la persona del señor presidente, sino que eran una expresión culta y civilizada del progreso y del régimen.
En La época de Manuel Estrada Cabrera a través de testimonios orales inéditos, por Mauricio Pinto, se lee que las fiestas eran todo un acontecimiento que se iniciaba con actividades con el desayuno de los alumnos en las escuelas, que era gratuito, lucían el uniforme nuevo, se bailaba, marchaban y para finalizar, los participantes en el desfile recibían refrescos. El desayuno era de tamal, chocolate y panes franceses; y al concluir, a los niños les daban cinco pesos en almuerzo y el consabido refresco que seguramente era una gaseosa conocida como chibola.
Según Epaminondas Quintana, en la obra citada, Estrada creó las Fiestas de Minerva para agradecerles a los maestros y a los alumnos el trabajo que hacían, y pare elevar y aplaudir y hacer la educación como algo importante; y Carlos Samayoa cuenta que la intelectualidad de Guatemala sucumbió ante el atractivo de las fiestas a la diosa sabiduría y era frecuente la participación en ellas de renombrados escritores…y en general de los más granado de la sociedad de entonces…y en su tiempo vinieron a Guatemala ilustres escritores como José Santos Chocano, Porfirio Barba Jacob y Rubén Darío.
En Minerva y La Palma, el enigma de don Manuel, Catherine Rendón cuenta que el Templo de Minerva era un lugar popular para reuniones y paseos que, con cierta frecuencia, concluían en el cercano restaurante “Carissimi”; y relata, con respecto a las Minervalias, que la mayoría de los que las vivieron las recordaban con mucho cariño. Dice, Rendón, que los templos le servían a don Manuel para exportar su imagen de déspota ilustrado, especialmente en los Estados Unidos de América y Europa, puesto que quería inspirarles confianza para que invirtieran en Guatemala. En casa, dice Rendón, los templos sirvieron para asegurar el orden público y la lealtad a la persona del dictador.
En Conozca a Estrada Cabrera, por Héctor Gálvez, el Templo de Minerva es descrito como un bello y severo edificio, estaba construido como el Partenón de Atenas, sólidamente con elevadas columnas y elegante friso. En el interior y en la parte alta podían verse elegantes medallones que ostentaban los bustos de nuestros grandes hombres -en bajo relieve- que sobresalían en las bellas letras y sobre todo en su amor y dedicación por la enseñanza.
El Templo de Minerva de la ciudad de Guatemala, por cierto, fue dinamitado por el gobierno revolucionario de Jacobo Arbenz. El editorial de El Impacto, del 30 de mayo de 1953 relata que aquella destrucción…no tiene explicación, no se justificará nunca. No hacía daño a nadie, remataba elegantemente [la Avenida Simeón Cañas] y fue lo que durante mucho tiempo nos enorgulleció como país de cultura, aunque en realidad nuestra cultura está muy atrasada….un quezalteco ilustre lo mandó construir con el más noble de los fines; otro quezalteco minúsculo lo dinamitó.
Las fotos son de la revista Electra, de noviembre de 1908, que me prestó el cuate Mario Zebadúa.