La minería irresponsable

Donde antes había plantaciones de cereales, color verde esmeralda, ahora hay grietas pardas en la arcilla yerma. Paladas de barro, con motas doradas, son arrojadas en pozos por los mineros; y ahí se usan ácidos para extraer los minerales valiosos. Aquellos ácidos acaban en los torrentes de los ríos y destruyen plantaciones de alimentos y criaderos de peces, así como reservas de agua potable; y la gente que habita las inmediaciones de aquellos destrozos protesta y pide indemnizaciones.

A pesar de que el gobierno regula detalladamente la actividad minera, la mitad de las minas son ilegales; en tanto que las legales muchas veces generan riesgos ambientales. Muchas de las minas ilegales están dominadas por grupos de pandilleros a los que el ente regulador les viene del norte porque, en realidad, actúan en connivencia con funcionarios locales.
El escenario descrito en los dos párrafos de arriba no ocurre en un rincón de Guatemala, ni en Occidente, ni en algún país donde priva el capitalismo salvaje. Ocurre en la República Popular de China.
Ese tipo de daños ambientales de dimensiones bíblicas, como Chernobyl, la devastación ecológica en Europa del Este, o la catástrofe del pozo Ixtoc I de Pemex suelen ocurrir en contextos altamente estatistas y socialistas. ¿Por qué será?
La info sobre el asunto de China la leí en el supemento de The New York Times publicado por Prensa Libre el 3 de enero de 2010.

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