El fin de semana pasado hubo juegos pirotécnicos frente a mi ventana; espectáculo que disfruto mucho. Me gustan los colores y las formas que el ingenio humano consigue con los fuegos artificiales.
A mí no me emocionan mucho los cohetes y ahora me molesta su ruido; pero este tipo de luces de verdad me causan emoción y me dan alegría. Cuando era niño me gozaba las estrellitas, los silvadores, y hasta los extintos saltapericos; pero entonces todo era muy rudimentario. No como ahora que las luces son verdaderamente elaboradas y asombrosas.
En algún momento de mi adolescencia, tenía un tubo de cañería que en un extremo estaba tapado con un palo de escoba. Usaba ese tubo para poner dos cohetillos; uno viendo para adelante y otro para atrás. Luego encendía la mecha del que veía para adelante y al estallar ese expulsaba a su compañero y le encendía la mecha para que -al instante- saliera volando y estallara en el aire.
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