A principios de los años 90 en Guatemala había racionamientos de energía eléctrica que duraban más de cuatro horas. La situación era tan mala que hubo restaurantes de comida rápida que para operar tenían que tener sus propias plantas eléctricas; y no se autorizaban las aperturas de centros comerciales, o de fábricas porque no había energía para ellas.
Después de la Década Perdida en la que la inversión en nuevas fuentes de generación eléctrica fue insuficiente, los guatemaltecos llegamos al punto en que la demanda de energía superaba a la oferta.
En aquellas condiciones fue que el gobierno, que en aquel tiempo era el generador monopólico, se vio obligado a tomar decisiones de emergencia y a contratar energía eléctrica a precios de desesperación. (Que ironía, ¿no? El gobierno era el generador monopólico para garantizar el servicio. Mmmm, pone a pensar, ¿verdad?)
Por cierto que lo malo que podría tener un monopolio, propiamente dicho, no es que haya un solo oferente como se cree. Puede haber un monopolio con muchos oferentes, porque la actitud monopólica tiene más que ver con la existencia de barreras para entrar y salir del mercado, que con el número de oferentes. Y en aquellos años el gobierno impedía que otros tuvieran acceso al mercado de generación de energía y, como perro de hortelano, ni comía, ni dejaba comer.
Lo del racionamiento ya se les olvidó a muchos guatemaltecos porque ya hace bastante más de diez años de todo eso. Pero no se nos debería olvidar para no caer en los errores que nos llevaron a aquella situación.
Entre aquel entonces y ahora las cosas han cambiado porque ya no hay racionamientos. Esto es porque ya no hay un solo productor monopólico y porque ha habido inversión en la actividad productora de energía eléctrica. Es decir, porque fueron derribadas las barreras de entrada al mercado.
En los tiempos del racionamiento la mayoría de la energía eléctrica era producida por el sector público y 60% era producido por plantas hidroeléctricas. Ahora la situación ha variado y aunque 70% es producida por el sector privado, 65% es generado por plantas térmicas. Peor aún, se prevé que no estamos preparados para satisfacer la demanda creciente; y es obvio que la energía que se está produciendo en el país es más cara que la que se produce con hidroeléctricas.
Una dirigencia popular irresponsable tiene mucha culpa de que no estemos preparados para satisfacer la demanda creciente. Ecohistéricos, indigenistas y activistas de todo tipo, se ocupan de obstaculizar, o espantar nuevas inversiones en plantas generadoras. Pero también hay empresaurios que, en la mejor tradición mercantilista, buscan mantener, o levantar barreras de entrada al mercado y conservar sus feudos libres de competencia.
La culpa la tiene, también, una ley que a diferencia de la de Telecomunicaciones, hizo cosas como segmentar artificialmente el mercado entre generadores, transmisores y distribuidores; y no estableció un mercado verdaderamente libre. ¡Y ya no digamos el daño que hace la demagógica tarifa social!
Dicho lo anterior, y ahora que el regulador y los generadores tienen un zipizape, conviene: fomentar la competencia y la transparencia en la generación; no obstaculizar la inversión en nuevas líneas de transmisión; y actuar, no en defensa de intereses particulares, sino para garantizar que no habrá barreras para entrar y salir del mercado. Para evitar los costosos racionamientos.
Independientemente de aquellos intereses particulares (sean del sector público, o del sector privado), el momento para abrir Guatemala a nuevas inversiones en generación de energía eléctrica es ahora, antes de que se repitan las condiciones de 1990 y de haya que negociar entre la espada y la pared.
Electrizado, por cierto, es un juego infantil que consiste en que una persona debe perseguir a los otros participantes; y cuando los toca, estos deben quedar inmóviles, o electrizados.
Publicada en Prensa Libre el sábado 17 de febrero de 2007.