19
Ene 09

Mano invisible y mano de mono

Desencanto da para bastante porque es un buen ejemplo de cierta mala práctica de la retórica chapina para el debate. Su autor, el banquero y periodista Julio Vielman afirma que Adam Smith decía que “La mano invisible de un mercado corregiría cualquier desequilibrio”. Y la mala práctica a la que me refiero es la de criticar las ideas de una persona, no por lo que dijo, sino por lo que el crítico dice que dijo. Por ejemplo, si uno afirma que la educación estatal es violatoria de la libertad, algunos críticos disparan porque aseguran que uno está contra la educación para los pobres. Otro ejemplo es que si uno dice que el interés general no debe prevalecer sobre los derechos individuales, no falta quien ataque porque quiere hacer creer que lo que uno está diciendo es que el interés general no debe prevalecer sobre los intereses individuales.

Esa mala práctica es vieja y fea, pero efectiva; y, aunque le baja la calidad al debate, es sorprendente lo mucho que se usa. Y en el caso que nos ocupa, me pregunto si el autor de Desencanto la usa a propósito, o si simplemente es que no ha leído a Smith. Esta entrada, por cierto, es continuación de del jueves pasado, que titulé Desencanto y superficialidad de Vielman.

En An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, el escocés dice que “by directing that industry in such a manner as its produce may be of the greatest value, he intends only his own gain, and he is in this, as in many other cases, led by an invisible hand to promote an end which was no part of his intentions”. Smith explica que cuando un individuo conduce una industria de manera que su producto es de valor, lo que busca es su propia ganancia, y de paso, como guiado por una mano invisible, promueve el bienestar de los demás al producir valor, al crear riqueza. Busqué y busqué lo del desequilibrio en el capítulo II de The Wealth of Nations, de donde saqué este párrafo, y no lo encontré.

Entonces me cambié de obra; porque ha de saber, usted, que el presunto Padre de la Economía era profesor de moral; y que otra de sus obras importantes es The Theory of Moral Sentiments. Ahí, encontré que Smith escribió que “The rich…consume little more than the poor, and in spite of their natural selfishness and rapacity, though they mean only their own conveniency, though the sole end which they propose from the labours of all the thousands whom they employ, be the gratification of their own vain and insatiable desires, they divide with the poor the produce of all their improvements. They are led by an invisible hand to make nearly the same distribution of the necessaries of life, which would have been made, had the earth been divided into equal portions among all its inhabitants, and thus without intending it, without knowing it, advance the interest of the society, and afford means to the multiplication of the species”. Así es como Smith trata de explicar que los ricos, movidos como por algo natural, o más bien como consecuencia no intencionada, promueven el interés de la sociedad y aportan medios para la multiplicación de la especie, cuando persiguen sus fines propios.

Y al final de esto me quedé con ganas de ver esa mano invisible que, según Vielman ¡y muchos otros!, “corrige cualquier desequilibrio”. El uso distorsionado de la metáfora de Smith constituye mano de mono y es como jugar con dados cargados, o como inventar un hombre de paja al que se golpea cuando no se puede argumentar con ideas.

Lo ideal, claro, sería que en un buen debate se discutieran ideas; no que se las tergiversara y se las retorciera.


15
Ene 09

Desencanto y superficialidad de Vielman

Desencanto, es el título de un artículo en el cual el banquero y periodista, Julio Vielman, intenta desprestigiar al capitalismo laissez-faire y al Objetivismo, mediante maniobras retóricas que involucran las ejecutorias de Alan Greenspan, expresidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos de América.
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Vielman se sirve de que Greenspan fue miembro del círculo más cercano a la filósofa Ayn Rand, y luego elabora con humo y espejos para hacer que las cosas parezcan lo que no son. Por ejemplo, el banquero asegura que el Objetivismo se identifica con el pensamiento de Adam Smith “quien 300 años antes, había postulado que los mercados deben ser libres de interferencia para funcionar eficientemente para que el interés propio conduzca al bienestar de todos”.
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Este análisis evidencia la superficialidad de Vielman. La filosofía Objetivista se distingue, sobre muchas otras, porque explica el valor del capitalismo (y del mercado, que es lo que ocurre cuando la gente puede intercambiar su propiedad en ausencia de coacción arbitraria), no en sus resultados accesorios, como sería el bienestar de todos; sino en que es moral, bueno y justo y en que es el único sistema que puede proteger efectivamente la dignidad y la vida de los individuos. Para más sobre este tema, por favor vea este vídeo. El capitalismo es individualista; en tanto que la justificación de Smith es colectivista. El capitalismo es egoísta racional, y la justificación de Smith es altruista. La explicación Objetivista y la justificación de Smith provienen de principios diametralmente opuestos e incompatibles y sólo la superficialidad puede confundirlos. Desde el punto de vista Objetivista, el capitalismo sería moral, bueno y justo, aún cuando no produjera los resultados estupendos que produce en términos de bienestar para todos.
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Así es el tono del resto del artículo de Vielman, que no me tomaría la molestia de comentar, si no fuera porque el autor de Desencanto es de esas gentes de las que se habla tanto.
Vielman cree que se apunta un home run cuando cita a Greenspan como un objetivista decidido a “ser partícipe de los esfuerzos para promover el capitalismo de los mercados libres desde adentro”; y cuando asegura que Greenspan “empujó a ajenos para desmantelar el sistema regulatorio financiero montado desde la Gran Depresión”. Vielman quiere que creamos que Greenspan era un capitalista desregulador. Pero luego, el autor de Desencanto se resbala porque muestra a Greenspan, como era en realidad. Vielman escribe que Greenspan promovía tasas de interés bajas. ¡Y hasta las piedras saben que ni el Objetivismo, ni el capitalismo laissez faire aprueban la promoción de tasas desde un ente regulador! En una economía libre, capitalista, las tasas -que son precios- son el resultado de las millones de transacciones de los actores en el mercado; no de la voluntad el ente regulador, ni el Presidente del ente regulador, a menos que las imponga por la fuerza mediante el uso de su capacidad de regulación. En una economía mercantilista, o socialista, ¡para eso está el regulador; para poner y sugerir precios y para corregir lo que le parece que está mal, aunque distorsione el mercado.
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Greenspan no es un abanderado del capitalismo, ni del Objetivismo; es un portaestandarte del mercantilismo y del mainstream. Servía a los banqueros como Vielman; y más aún, a aquellos que hacen negocios cuando pueden, y si es al amparo del proteccionismo y de los marcos regulatorios, mejor. Los banqueros que Vielman señala en Desencanto, son los que les daban préstamos a los clientes que sólo calificaban porque Greenspan había bajado artificialmente las tasas de interés; y los que generaban inversiones de papel en respuesta a los incentivos que creaban las condiciones fabricadas por la Fed. Vielman es banquero y conoce la importancia que los incentivos tienen en la toma de decisiones. Nada de lo humano debería serle ajeno.
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Vielman afirma que el interés propio puede ser inmoral, y lo dice como que si hubiera descubierto el plutonio, o el agua azucarada. ¡Por supuesto que el interés propio puede ser inmoral, o moral! ¿Quién, entre los objetivistas y los capitalistas laissez faire, ha dicho que el interés propio no puede ser inmoral? De hecho, la inmoralidad, o moralidad del interés propio –o del interés más caritativo– depende de si para su consecución se violan derechos ajenos, o no. Depende de si para su consecución se acude al fraude, o no. Eso no es nuevo; pero nuestro seducido por la superficialidad tendría que ser un poco humilde para darse cuenta de que está pontificando desde sus prejuicios. Y para eso es que los objetivistas y los capitalistas cuentan con la ley; para castigar a los delincuentes y a los que cometen fraudes.
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Greenspan no es un “desregulador par excellence” como afirma Vielman. Fue objetivista en su juventud, creyó estar equivocado, ejerció su derecho a cambiar de opinión, y en su edad madura, cuando llegó al poder, se dedicó a subir y a bajar tasas desde la presidencia de unos de los entes reguladores más poderosos y fabulosos del mundo. Reality bites; y por eso no es extraño que al final de sus días esté convencido de que hay que regular. Lo que sí es extraño, es que un banquero de la talla de don Julio Vielman haya tratado este tema con tanta ligereza.
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Este comentario fue publicado en El Periódico, el 18 de enero de 2009.