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Ayer cumplió 73 años El principito, por Antoine de Saint-Exupéry, que es uno de mis libros favoritos; y es una lástima -una verdadera lástima- que el libro sea recordado por sus frases más sensibleras e irrelevantes, que por aquellas que merecen más atención.
Por ejemplo, la frase más socorrida y lo voy a decir: la frase más absurda es esa de que sólo por el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos. Claro que es una metáfora; pero es una mala metáfora. En realidad, una buena epistemología (que es la ciencia que se ocupa de cómo es que los seres humanos adquirimos conocimiento) nos muestra que todo conocimiento pasa por los sentidos. ¡Desde Aristóteles se sabe que no hay nada en el intelecto que no haya pasado por los sentidos! La metáfora es mala porque como viene de El principito no va a faltar quien se crea, de verdad, que los sentidos (en este caso los ojos) son irrelevantes para ver lo que es importante y necesario.
De hecho, la percepción es la forma en que se capta lo que existe por medio de los organos receptores, explica Warren Orbaugh en Objetivismo: la filosofía benevolente; y añade que la percepción es de toda la realidad, sin exclusión alguna. Nunca percibimos sólo una cosa; siempre percibimos la cosa y su relación entre cosas y nosotros mismos. A final de cuentas la fuente de todo conocimiento humano (y sobre todo del conocimiento esencial) es la evidencia de la realidad que obtenemos gracias a los estímulos físicos que obtenemos por medio de los sentidos y llegan al cerebro por medio de las neuronas.
La frase del corazón, lo esencial y los ojos es rosa pálido y dulce como la miel de abejas endulzada y por lo tanto se lee chula en memes y tiene mucho éxito si uno no se detiene a pensarla.
Otra frase dice: Los hombres ya no tienen tiempo para conocer nada; compran las cosas ya hechas a los comerciantes; pero como no existe ningún comerciante de amigos, los hombres ya no tienen amigos.
Primero es una generalización ya que no dice muchos hombres, ni algunos hombres, sino que supone que los hombres no tenemos tiempo para conocer nada. Y eso no es cierto. ¡Nunca antes en la historia, tantos seres humanos habían tenido tanto tiempo disponible para otra cosa que no fuera trabajar de sol a sol! Ese tiempo libre normalmente se usa para la familia, las aficiones, la educación y otras formas de practicar el ocio creativo.
Sin más contexto que el del mismo párrafo y esto es un problema porque es una afirmación gratuita, el autor supone que comprar las cosas hechas, específicamente a los comerciantes, es lo que supuestamente nos impide conocer cosas. La frase echa por tierra el valor de la división del trabajo. ¿Sería mejor que no compraramos las cosas hechas? La frase echa por tierra el valor del comerciante como servidor y emprendedor, y abona a la idea del comerciante como intermediario innecesario, o como ladrón de valor.
Finalmente en una forma de non sequitur el autor salta a la conclusión de que la gente no tiene amigos porque no puede comprárselos a los comerciantes. Afortunadamente resuelve este asunto cuando nos cuenta la hermosa historia del zorro y nos explica que la amistad hay que hacerla y cultivarla.
Aquella es otra frase que se lee chula en memes; pero, ¿para llamar la atención sobre el valor de cultivar la amistad, ¿era necesario cargarse la división del trabajo y la naturaleza del comercio y de los comerciantes?
Y, sin embargo, El principito ¡tiene pensamientos mucho más profundos y valiosos!:
–Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante. Frase que nos lleva a recordar que, por ejemplo, la palabra amistad viene del griego philía y esta tiene relación con phileîn (querer). Los que saben me cuentan que philía abarca todo tipo de relación basada en lazos de afecto, cariño y amor, lazos que deben ser cultivados…en el tiempo, y con tiempo. El principito hizo del zorro un amigo (aunque el zorro era igual a cien mil zorros) porque le dedicaba tiempo. El pequeño príncipe le dice al zorro: Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser feliz.
–Es una locura odiar a todas las rosas, renunciar a todos tus sueños sólo porque uno no se cumplió. Esta frase nos habla de la locura del colectivismo y la importancia de evaluar a cada individuo como individuo; y nos habla de el valor del ensayo y el error, del valor de levantarse después de la caída. Cowboy up, diría mi abuela, Frances.
–Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte a tí mismo eres un verdadero sabio. Esta frase nos recuerda el consejo sabio del oráculo de Delfos: gnóthi seautón o conócete a tí mismo.
-En El principito, el Rey -monarca absoluto y universal- explica que la autoridad se fundamenta en primer lugar en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, hará la revolución. Yo tengo el derecho de exigir obediencia porque mis órdenes son razonables. Si yo ordenara a un general convertirse en ave marina, y si el general no obedeciera, no sería la culpa del general. Sería mi culpa. La frase no es rosa, ni está enmielada, pero es oro puro.
Y a todo aquello añádele que la ciudad de La Antigua Guatemala queda casi entre Agua, Fuego y Acatenango; y por eso es que el escritor Jorge Carro tiene la hipótesis de que La Antigua, conocida como La ciudad de las perpetuas rosas, es el Asteroide B-612 de El Principito. Recuerda que el principito cultivaba una rosa en su asteroide y que en él había tres volcanes y que uno de ellos estaba activo. Antoine de Saint Exupéry, el autor de aquel libro, vivió en La Antigua.
…y algo igualmente encantador: El cerro de oro, en Atitlán, bien podría ser la serpiente que se tragó a un elefante, como puedes ver en las ilustraciones de esta entrada.
Debido a un accidente, Saint-Exupéry estuvo en Guatemala y estuvo casado con Consuelo Suncín, ex exposa de Enrique Gómez Carrillo.