De mis inusuales compañeros de trabajo, unos de los que más gusto me da ver son los zompopos de mayo.
Cuando era niño los probé asados y con mantequilla, como corresponde; y lo nos he vuelto a comer desde entonces. Sin embargo, hace un par de años comí escamoles y también me parecieron deliciosos.
Los zompopos de mayo saben como a maní bien tostado, o como la shinga que queda en el fondo de una bolsa de chicharrones.
También, cuando era niño y con mis compañeros de colegio, solía hacer peleas de zompopos; pero como decía la nana de un cuate: todo patojo es bruto.
Ya en el siglo XVIII, Francisco Ximénez, traductor del Popol Vuh, se refirió a los zompopos de mayo en su obra Historia natural del reino de Guatemala. “Tienen la cabeza grande y unas tenazuelas que parece que son de acero y tienen filo, y punta corva y cruzada como las tixeras; y así cortan con ellas cosas bien duras…entre ellas hay unas muy grandes, y con alas, no son que crien alas, sin que es como la gente principal entre ellas. Aquestas grandes y con alas, no salen del hormiguero, sino es cada año cuando caen los primeros aguaceros, que es por el mes de mayo…y se levantan volando con una singularidad maravillosa, por lo cual los indios, y otras personas que las comen tostadas, y dicen que es comida sabrosa, las cogen con facilidad…y es que como no han visto luz, al verla tan hermosa se van a ella, y así los indios no tienen más que encender unos ocotes, y con esto se les vienen todas a las manos, y cogiéndolas las tuestan, y las comen, y aun las sacan a vender, como lo he visto”.
Javier Aroche tiene fotos de zompopos, también.