11
Jun 10

Luisfi en el Mundial de fútbol

¡Ta bien, ta bien! En la mañana iba por Sudáfrica porque uno de mis sobrinos me pidió que lo apoyara con eso; y en el juego de ahorita voy por Uruguay…porque tenía que ir por alguien. ¿Tenía?

En realidad no soy deportivo, y cuando elijo equipos -digamos que para el Mundial de fútbol, o para la Serie Mundial de béisbol- lo hago para tener de qué hablar durante las correspondientes temporadas y por entretenerme con algo; y normalmente hago mi elección de forma muy irracional y sin información contextual alguna. Ahora he elegido a Italia para la final, pues porque otro de mis sobrinos le va a la squadra azzurra y para llevarle la contra al resto de mi familia que, en su mayoría le va a Brasil.
Lo que sí disfruto, y mucho, es cuando tengo la oportunidad de ver uno de estos partidos en buena compañía. Con pizza y cerveza, entre amigos y entre otros seres queridos, creo que hasta aguanto un torneo de golf, o uno de ajedrez.
Mi relación con el fútbol nunca ha sido muy íntima. Cuando tenía como 9 años, un tío me llevó al Estadio Mateo Flores, y ahí estábamos en el balcón donde yo me ocupé más de comer las moras que venían en la hielera que nos habían preparado en casa, que de entender lo que estaba pasando. Más tarde, cerca de los 12 años el profesor de Educación Física, en el colegio, intentó -muy en vano- convertirme en un Defensa aceptable. En su descargo debo decir que me tenía paciencia, mucha más que mis compañeros de equipo, a quienes sin duda perjudicaba mucho. Y en la universidad, una vez aguanté jugar un partido en el Ingenio Concepción; y ahí, con el calor húmedo de la costa, me convencí de que era mejor ver los juegos (con pizza y cerveza) que correr detrás de la pelota.
Aquí estoy, pues, animado con el Mundial (siempre que haya pizza y cerveza). Y si tuviera con qué, aquí va por quienes apostaría:
Sudáfrica, Argentina, Estados Unidos, Alemania, Holanda, Portugal, Chile, Uruguay, Grecia, Eslovenia, Serbia, Japón, Nueva Zelanda, Brasil, España, e Italia.

20
Abr 09

Buen cine brasileño

El tema manido de una familia destruida por el involucramiento de los padres con las guerrillas de los años 70 es tratado en O ano en que meus pais saíram de férias, de una forma diferente y fresca en el marco de una historia bien contada.
El título de la peli, en inglés, es The Year My Parents Went on Vacations; y está disponible en Take One, la tienda de vídeos que está en Plaza Futeca, de la zona 14.
La historia se desarrolla de forma paralela a la Copa Mundial de Fútbol en México 70. Nombres como Pelé y Tostao, acompañan la trama fina de la vida de Mauro, un niño que es abandonado por sus padres en la casa de su abuelo y que…bueno…no voy a contar la historia, claro.
A pesar de que no soy aficionado al fútbol, y de que tenía 9 años en aquel momento, recuerdo perfectamente dónde estaba para esa final que hizo a Brasil tricampeón del mundo y le mereció la copa Jules Rimet.  Estaba en casa de mi tía Sylvia, celebrábamos el cumpleaños de mi prima Ana Sylvia y había gelatina batida de postre.  

Digg!


21
Oct 06

El Mundial y la ONU

Para los chapines que queman sus pasiones en causas de lo más dispares, la búsqueda de un lugar en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas y las frustradas aspiraciones futbolísticas en el Campeonato Mundial, han desatado el mismo tipo de nacionalismo inefable.

Muchos se deprimieron cuando La Sele no nos pudo llevar al Mundial, y ¿cuántos se deprimirán si Gerth Rosenthal no nos lleva al Consejo?

A mi me da igual; pero si ganara Venezuela, se volvería a confirmar que algo está bien podrido en la ONU; ese foro en el que la URSS era tratada como si no hubiera sido el Imperio del Mal y donde el régimen de Beijing goza de respeto, como si no fuera una dictadura obscena.

Pensando en los anhelos chapines, me acordé de algo que escribió don Clemente Marroquín Rojas en una de las brillantes discusiones periodísticas que sostuvo; misma que está recopilada, junto a otras, en un libro titulado En el mundo de la polémica.

Esa obra es un cajón de perlas, y entre mis favoritas están las relacionadas con las pretensiones grandiosas del gobierno de La Revolución, encabezado por Juan José Arévalo. En la polémica que sostuvo con el canciller Enrique Muñoz Meany, don Clemente dijo: “Enrique pensaba que desde las alturas del gobierno de nuestra aldea adorable, podían realizarse algunos atrevimientos”.

En eso pienso cuando la administración de Oscar Berger manda guatemaltecos a Congo para que se mueran en operaciones oscuras de la ONU. En eso pienso cuando los soldados chapines van a Líbano. En una paráfrasis marroquiniana: esta administración no barre su casa; pero sale a barrer casas ajenas.

Guatemala y Venezuela compiten por un puesto en el órgano más poderoso del mundo, que discute y decide sobre asuntos que amenacen la seguridad y la paz mundial. Cosas como las amenazas nucleares de Corea del Norte y de Irán, el genocidio en Sudán y las guerras civiles en Africa.

Pero yo digo: Aquellas fuerzas de seguridad, ¿no son más necesarias para que aquí mismo, en la casa, no maten a cualquiera por robarle un teléfono, un reloj, o un automóvil? Y yo digo: las demencias de Kim Jong Il y los aquelarres africanos son una desgracia; pero ¿no sería mejor que nos concentremos en sacudir nuestros propios desmadres? Digo…antes de ir a barrer casas ajenas, o de deprimirnos por no poder hacerlo.

Aquí tuvo que pasar que los gringos se empecinaran en su guerra contra las drogas, para que la administración dispusiera hacer algo con las plantaciones de amapolas en San Marcos. Aquí tuvo que pasar que apareciera un Alejandro Giammatei, para que se pusiera orden en Pavón. Y entonces, ¿qué hacemos, desde esta aldea adorable, permitiéndonos atrevimientos como el de Congo, o el del Consejo?

Yo sugiero que la administración chapina se concentre en protegernos la vida, la libertad y la propiedad. Que se enfoque en garantizarnos la justicia y el cumplimiento de los contratos. Que se revierta el colapso del Estado. ¡Que sea reformado el Estado!, antes de que pretendamos imponer el orden en patios ajenos. Si esta administración no es gendarme en su propia tierra, ¿qué hace metida a gendarme del Globo?

Y antes de deprimirme, yo quisiera saber, si se puede, cuánto nos ha costado, a los tributarios, esta aventura en la ONU Y quisiera saber, si se puede, cuántos mejores policías, cuántos mejores fiscales y cuántos mejores jueces podríamos tener, si aquellos recursos hubieran sido invertidos en algo útil y menos pretencioso.

2. Fiat lumen: No conozco al excomulado Eduardo Aguirre; pero por lo que se lee en los diarios, se entiende que fue castigado así de duro por no alinearse con Quezada y con Benedicto XVI. Lo que me lleva a pensar en lo paradójico de que a Mario Orantes le sea llevada la comunión a su celda, siendo uno de los protagonistas de Quién mató al obispo (De La Grange y Rico, 2003).

3. Mojito: Se murió Celia Cruz y en el cementerio, durante el entierro, Castro lloraba y decía: “Mi Celia, mi Celia”. Un chino que estaba cerca y lo oyó, le dijo: ¡¿Mi Celia?! ¡Miselia, hamble y dictadula!

Publicado en el diario Prensa Libre el sábado 21 de octubre de 2006