19
Feb 24

Aroma de nostalgia, jocotes marañones y recuerdos de infancia

 

Con los jocotes marañones tengo una relación extraña.  Por su sabor, su aroma, su color y su textura deberían estar entre mis frutas favoritas y sin embargo nunca están en mi top of mind de esa lista.  

Se bien por que…porque dada su astringencia no puedo comerlos como fruta y sólo puedo disfrutarlos en refresco.  Eso sí…¡me los gozo mucho, muchísimo!

Como los mangos -que sí están en mi lista de frutas favoritas justo debajo de los chicos- los jocotes marañones son estacionales y sólo se los encuentra en esta temporada.  Así que los espero con mucha alegría y cuando su aroma inunda la casa, nos hace muy felices.  El solsticio de primavera es la temporada de jocotes marañones y mangos.

Ayer, Raúl trajo los primeros jocotes a casa y están preciosos.  Son bien criollos de modo que su aroma es intenso, y estoy seguro de que su sabor no nos decepcionará.

Para los no iniciados, los jocotes marañones son las frutas de cuya semilla -en el exterior- se extraen las nueces que se conocen como marañones, anacardos o cashew nuts.  Mi tía abuela, La Mamita, las asaba en las brasas para comer, y también las pintaba de modo que parecían caritas de mono.  Los niños jugábamos con ellas con la advertencia de que eran venenosas y de que no debíamos llevarlas a la boca.

Lo que me fascina de esto es que los niños de mi generación no éramos esos críos sobreprotegidos que hay ahora.  Podíamos jugar con semillas venenosas y se esperaba, de nosotros, que tuviéramos el buen juicio de no ingerirlas.  No se nos apartaba de ellas, ni se nos ocultaban, ni nada parecido.  Teníamos los conocimientos necesarios para no intoxicarnos con estas, o con semillas de higuerillo, por ejemplo; y los teníamos en abundancia como para no tocar el chichicaste.

Charge it to experience, era la moraleja si uno cometía un error.


27
Sep 23

Persimones: Recuerdo de adolescencia que ilumina el presente

 

¡Dos años tenía de no comer persimones! ¡Dos años ingratos! Pero ayer se compensó la situación porque esa fruta hubo de postre para el almuerzo/cena.

Los que comimos ayer estaban magníficos. Grandes y en su punto perfecto de maduración que es difícil de lograr.  ¡Todo el orbe cante!

Mi abuela, Frances, era fan de los persimones y ella me enseñó a comerlos, en mi adolescencia.  En aquel tiempo eran escasos y desconocidos y ella compartía conmigo los suyos que le llevaba su comadre, Queta. Esos persimones eran cosechados en el jardín de su suegro don Manuel María, en Panajachel.  La Abui, como le decíamos a mi abuela los comía crudos disfrutando de su dulzura y de su textura tan peculiar; o preparaba un pudding que sacaba lágrimas de emoción de lo delicioso que era. 

A mí no sólo me gustan por su sabor delicado, sino por su color y porque parece que la luz saliera de ellos; y…sobre todo por su textura.  Una vez la pruebas quieres volver a sentir la caricia de su pulpa en tu boca.

Freddy, que es primo de mi papá, me contó una vez que los primeros árboles de persimones que vinieron a Guatemala los trajo mi bisabuelo Federico y uno de esos arbolitos estaba en la casa de mi tía abuela, Olga, la mamá de Freddy.

Tengo la hipótesis, sin fundamento científico, de que el árbol de persimones que se halla en la Universidad Francisco Marroquín está emparentado con el de Olga y con los de mi bisabuelo porque el campus está muy cerca de las casas de mi tía abuela, y de mi bisabuelo.

Por si te interesa te cuento que Raúl consiguió los de ayer en el Mercado Sur 2 -al que yo llamo La Placita, por su nombre antiguo-.  Ese era el mercado preferido por mi padre, a donde íbamos de compras cuando él iba a cocinar en sábado, o domingo. Ahí comprábamos ingredientes para paella, corazones de res para hacer anticuchos; y enfrente, sobre la Sexta avenida, había una marisquería donde comprábamos los mariscos. 


22
Ago 23

Del antiguo Egipto a mi bicicleta, las granadas

 

Los egipcios eran enterrados con granadas, esas frutas forman parte de la iconografía del año nuevo judío, son imprescindibles para los chiles en nogada y su nombre científico Punica granatum está relacionado con los fenicios. 

Mi mamá tenía mucho antojo de comer unas, mi bisabuela Adela usaba su jugo para combatir las cataratas en sus ojos, a mi me encantaba verlas en los árboles y desgranadas; no son mis frutas favoritas para comer porque son trabajosas; pero el sabor de su jugo -ya extraído- es delicioso.

A pesar de que hay un árbol de esas frutas en el taller donde le dan mantenimiento a mi bicicleta, tenía añales de no comer granadas.  Eso se resolvió la semana pasada gracias a doña Carmen y a María José que nos obsequiaron unas deliciosas y bellas.


18
Jun 23

¡La mera temporada de pitayas!

 

¡Esta es la pura temporada de pitayas!, y hace un par de semanas tuvimos la dicha de comerlas recién cortadas en un jardín.  A las pitayas se las conoce como frutas dragón, y en alguna parte de Centroamérica -posiblemente en Honduras- hay una cueva, habitada por murciélagos, de la cual salen ríos de sangre.  Sangre que no es otra cosa que los excrementos de aquellos animalitos alimentados con estas frutas maravillosas.

Esa historia la leí en uno de mis libros de lectura en la primaria. Imagínate qué sentían los antiguos habitantes de esas tierras cuando veían ríos de sangre saliendo de Xibalbá. Y, tras de aquellos flujos, a los mismísimos mensajeros del inframundo, quizá millones de zotz.

Lo que destaca de las pitayas que conocemos es su color extraordinario; porque, para ser justos, su sabor no es la gran cosa.  Eso lo resolvemos en casa añadiéndoles azúcar y un toque de Triple-sec.

El vídeo de abajo es en las cuevas de Lanquín, en 2016, cuando estuvimos en la entrada de la caverna a la hora de la salida de los murciélagos. 


16
May 22

Longan, ¡Un descubrimiento!

 

El longan u ojo de dragón es una fruta originaria de Asia tropical y China. No la conocía y la probé el miércoles pasado.  Su look de ojo de dragón es encantador, su pulpa es delicada y muy rica y agradable al tacto. Es dulce. Ahora soy fan de los longan.

Esta fruta es parienta de los lychees, lichas o rambutanes; pero no se les parece, definitivamente es menos aromática que las lichas.  Cuando la vi por primera vez pensé que eran mamones; pero su pulpa no es amarilla/anarajnada, ni es ácida.  Me gusta comerla así, tal cual; pero me encantaría probar un helado de longan.  Hace años probé uno de lychees que prepararon en casa y de verdad fue algo exquisito.

¡Me encantó el aspecto laqueado de las semillas!

Brillat Savarin, el célebre chef dijo que El descubrimiento de un nuevo plato hace más por la felicidad de la raza humana que el descubrimiento de una estrella; y tiene razón.  Ahora creo que eso también se aplica al descubrimiento de una nueva fruta.

Gracias a mi amiga Sheidy por los longan.


19
Oct 21

Árbol de persimones, que alegría

 

Este año todavía no he comido persimones; pero, ¡Sorpresa!, ayer me encontré con un árbol de esas deliciosas frutas y es la primera vez que veo uno.

Los persimones siempre me recuerdan a mi abuela, Frances, en mi adolescencia.  En aquel tiempo no eran comunes, ni conocidos, y ella compartía conmigo los suyos que le llevaba su comadre, Queta, cosechados del jardín de su suegro don Manuel, en Panajachel.  La Abui, como le decíamos a mi abuela los comía crudos disfrutando de su dulzura y de su textura peculiar; o preparaba un pudding que sacaba lágrimas de emoción de lo delicioso que era. Freddy, que es primo de mi papá, me contó una vez que los primeros árboles de persimones que vinieron a Guatemala los trajo mi bisabuelo Federico y uno de esos arbolitos estaba en la casa de mi tía abuela, Olga, la mamá de Freddy.

Los persimones (junto con los chicos) son unas de mis frutas favoritas no sólo por su sabor, sino por sus color y textura. Esta es una caricia y, ¿sabes?, su pulpa tiene dos texturas distintas.


23
Sep 21

¡Sorpesa! Chicle de verdad

 

Los chicozapotes o chicos son mis frutas favoritas; más que los mangos, que los higos, que las fresas y las moras, que las peras, que las manzanas, que los melones y las papayas, que los bananos y que los melocotones.  Tanto como los persimones. No sólo por su sabor amielado delicioso, sino porque desde niño me llamaba la atención que de su árbol salía el chicle natural. ¿Ves el chicle entre la pulpa?

Los chicos de ahora no traen chicle como cuando yo era niño.  Los de ahora son injertados y supongo que la eliminación del chicle en la fruta es un plus de la modernidad.  Pero cuando yo era niño los chicos casi siempre traían chicle y era muy alegre y divertido separarlo de la pupa y masticarlo por buen rato aunque no tuviera sabor.

Ahora es raro encontrar chicos con chicle; pero en casa, cuando los encontramos, siempre nos alegra.  Ya sabes…el club de la nostalgia se alborota. En la foto una bolita de chicle natural.

Cuando fui a El Mirador, en el reino Kan, la primera noche en la selva la pasamos junto al sitio arqueológico La Florida, donde hay un campamento de chicleros.  Ahí conocí el chicle natural en bloque.  Durante nuestra expedición vimos muchísimos árboles de chicozapote con los cortes cruzados característicos que son necesarios para extraer la preciosa materia prima. En la foto: El Ale y nuestro guía, Darwin, con un bloque de chicle.

No soy de mascar chicle; pero la idea del chicle natural, su conexión con la selva y con exploradores me encanta.  Por eso me gustó mucho la novela Guayacán de Virgilio Rodríguez Macal y disfruté mucho la conexión entre Uaxactún y la actividad chiclera cuando visité aquel sitio en compañía de Mart Laar, ex primer ministro de Estonia, su esposa y mi amiga, Lissa.

Ahora la goma de mascar se hace con acetato polivinílico; pero originalmente se hacía con la savia del chicozapote; su historia es como de película e involucra al dictador mexicano Antonio López de Santa Anna, y a entrepreneurs fascinantes como Thomas Adams y William Wringley Jr.

Mi amiga, Lucía, suele regalarnos chicos de su propia cosecha; y a veces traen chicle y entonces los disfrutamos a la N potencia.


07
Sep 19

¡Higos, deliciosos higos!

¿Vas a creer que nunca había comido higos maduros? Claro que he comido higos en miel, e higos secos.  Incluso, una vez, hice mis propios higos en miel.  Los higos me encantan y sólo hasta hace unos días los comí maduros.

Higo maduro con su color característico.

Una vez estuve cerca, hace añales, porque mi tía Adelita tenía una higuera en el jardín del Hotel Cacique Inn y me mostró tres higos galanes que estaban por madurar.  Pero no llegué a probar porque los pájaros se me adelantaron.  Esta historia, ahora, me recordó que mi abuelo, Jorge, cubría con bolsas de papel Kraft sus aguacates, para que los pájaros no se los comieran.

Higos maduros listos para ser disfrutados.

De vuelta a los higos, no te imaginas la alegría que me dio probarlos.  Su sabor es extremadamente delicado y entiendo por que es que es más rico comerlos en dulce, o secos.  ¿Sábes que otra cosa me encanta? La miel de hojas de higo, sobre todo sobre panqueques, o sobre waffles.

Por otro lado, Figueroa, mi apellido, viene de higo.  Higo, figo, Figueroa.


14
Oct 18

Día de probar yaca

A veces, cuando voy a comprar pescado, veo esta fruta en la pescadería, la  Yaca; y ayer tuve la oportunidad de probarla.

A mí me pareció que su sabor y textura estaban entre guanaba y anona; pero Wikipedia dice que sabe como a entre mango y naranja, y sí; lla cosa es que es agradable.  Si todavía es temporada, la próxima vez que vaya a la pescadería compraré media libra de pulpa.  Es una fruta enorme….enorme, de modo que es buena idea que la vendan por libra.


01
Feb 17

Chicle en mi chico del desayuno

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Cuando yo era niño los chicos o chicozapotes, con frecuencia traían chicle adherido a sus semillas.  Por supuesto que es un chicle insaboro; pero a mí me maravillaba la idea de que de ese material se hacían los chicles que uno compraba en las tiendas.

Yo estaba lejos de saber que los chicles de las tiendas ya no se hacían sólo con el chicle de los chicos.  Yo estaba lejos de saber que, en pocos años, los chicos con chicle se harían más y más raros y que prevalecerían nuevos injertos con dos ventajas: menos gusanos (porque los chicos naturales solían traer gusanos) y nada de semillas.

En fin, de cuando en cuando me topo con chicos naturales y me alegro mucho cuando en ellos, o en los injertados encuentro un pedacito de chicle.

Cuando viajé al reino Kan o a el Mirador, la primera noche dormí en La Florida, un sitio arqueológico que es un campamento de chicleros; y ahí vimos cómo cocían el chicle en peroles y nos mostraron bloques de aquel material.  Me acordé, entonces, del libro Guayacán, de Virgilio Rodríguez Macal, uno que -si te gustan las aventuras en la selva- te recomiendo leer.