27
May 12

Luisfi en Pinterest

Hacía ratos que había abierto mi cuenta en Pinterest; pero por uno u otro motivo no le había puesto atención.  Y anoche, que tenía tiempo y ganas, empecé a subir fotos.

Si eres visitante frecuente de Carpe Diem ya habrás visto la mayoría; pero hay nuevas y habrá otras que no hayas visto.  Por supuesto que mis temas favoritos son las comidas y las bebidas, así como Guatemala y las cosas alegres.

Tengo tres secciones ahora:

Fauna and Flora

The Sky and the Earth

Food for Joy. Love and Lust 

Pronto trabajaré en una nueva sección llamada All things Guatemalan (which are not included in other sections)

 


23
Mar 12

El valor de la vida

Como en la vida me gusta ir por rápidos y por corrientes subacuáticas casi nunca volteo a ver a la muerte; a veces, ni siquiera cuando pasa cerca. Pero en este fin de semana se puso necia.

La Parca interrumpió la vida de la madre de tres amigos queridos. Y, cuando terminó de hacer lo suyo, dejó un vacío de recuerdos, de abrazos, de momentos, y de alegrías. No solo en los hijos, nietos, hermanos y sobrinos de la madre de mis amigos, sino en todos los que ella tocó con su generosidad y su afabilidad.

Incansable, la Parca se hizo presente en la vida de un cuate; para impedirle llegar a los cuarenta. Y cuando terminó de hacer lo suyo, dejó una ausencia de fascinantes conversaciones sobre el arte y la belleza, así como uno de risas y sueños. Y los que quedamos en el vacío coincidimos en que la muerte se llevó un alma noble.

Justo recién, acabo de terminar de leer La elegancia del erizo, por Muriel Barbery, hermosa novela en la que –perdón por el spoiler– la protagonista medita: Ya nunca volveré a ver a los que quiero, y si morir es eso, desde luego es la tragedia que dicen que es.

Cuando hace casi cuatro años la Parca pasó dándome un empujón yo estaba comprando aguacates, en el mercado. Estaba por celebrar entre gente que amo. Y por eso me llamó la atención otra frase de aquella novela: Lo que importa no es morir, sino lo que uno hace en el momento en que muere.

Esta última frase cobra dramatismo a la luz de algo que un cuate escribió en Facebook, el miércoles: ¿Será necesario esperar hasta el último momento de tu vida para lamentar no haber tomado la decisión de ser feliz? Tu, ¿qué crees? ¿Vale la pena esperar? ¿Puedes tomar la decisión de ser feliz? ¿De quién depende que seas feliz? ¿Qué es ser feliz?

¡Cuánta gente desperdicia días preciosos y no toma la decisión de ser feliz! ¿Qué tal si, como dice Melvin en la película: What if this is as good as it gets? Por sí las moscas, y al grito de ¡Carpe Diem!, o ¡L’chaym!, hoy y siempre salto de mi cama en la mañana a celebrar mi vida, la de los que me antecedieron, y la de los que me siguen. Y que la Parca me agarre comprando aguacates, o limpiando anacates. Que me agarre oyendo a Mozart, recordando un Vermeer… o cantando.


13
Mar 12

Carpe Diem en reportaje sobre tickets de caminoneta

Los usuarios ya no reciben boletos por el servicio de transporte; comienza a contar el reportaje titulado Protagonistas de la historia, por José Luis Escobar, en la Revista D del 11 de marzo de 2012.

En ese reportaje, conocemos la curiosa historia de los boletos que se entregaban en las camionetas de la ciudad de Guatemala; y la historia de las rutas antiguas del transporte colectivo urbano.

En mayo de 2005 escribí una entrada llamada Recuerdos de camioneta; y este fue citado en el reportaje sobre boletos; y la entrada dice:

Así eran los boletos o tickets del transporte colectivo urbano en la ciudad de Guatemala. El primero es de 1958, el segundo es posterior a 1945, y el tercero es de 1977. En los casos del 1 y el 3 esto se sabe por los números de serie; y en el caso del 2, se sabe por la inscripción que tiene atrás el boleto y que alude a un Acuerdo Gubernativo del año citado.

Los boletos más antiguos venían en libros que me obsequió mi tía abuela Baby; en tanto que el de 1977 lo encontré en uno de los libros que yo usaba en el colegio.

Los tickets los entregaba el piloto; y de cuando en cuando subía a la camioneta o autobús un inspector que los cortaba a la mitad. La leyenda decía que si uno no entregaba su boleto era bajado del vehículo por el inspector; así que, en mis primeros días de camioneta, yo cuidaba mi boleto como un objeto precioso. Luego descubrí que si por algún motivo lo perdía, bastaba con decir se me perdió, y nada pasaba.

Otra leyenda decía que si el número del boleto (no el de serie) sumaba 21, ese boleto era uno de la buena suerte. Sin duda por eso es que guardé el de 1977.

Algunas personas le devolvían el boleto al piloto, con la idea de que este podía revenderlo y así ganarse los 5 centavos que costaba el pasaje. Yo hice eso durante algún tiempo, hasta que, precisamente mi tía Baby, me explicó que eso era como robarle al propietario del autobus.

Mis camionetas eran la 2 que unía La villa de Guadalupe y Ciudad Nueva (barrios en los que transcurrió la mayor parte de mi vida) y la 1, que me llevaba de Vista Hermosa a la zona 1. Ambas contrastaban mucho. Mientras que la 2 tenía buses muy viejos y destartalados, y tardaba muchísimo tiempo en pasar, la 1 tenía buses más nuevos y pasaba con más frecuencia. La 7, que me llevaba de Ciudad Nueva al Centro Histórico, también era bastante buena. Y mi primer viaje, sólo, en camioneta, fue cuando estaba en quinto grado de primaria, al anochecer, entre la casa de mis padres y la casa de mi abuela Frances.

Hubo un tiempo en el que, para ir a la universidad, tenía que tomar la 1 a la hora en que salían los albañiles; de modo que, para cuando la camioneta pasaba por mi parada, ya venía llena y normalmente no se detenía. Eso me obligó a pasarme del otro lado del boulevard de Vista Hermosa, tomar la camioneta que subía hasta el entronque con la carretera a El Salvador y regresar de nuevo (y a salir unos 10 minutos antes de mi casa). Pero los pilotos empezaron a reconocerme y, cuando me veían, tampoco paraban. ¡Ah, cuantas maldiciones espantosas lancé contra los conductores de camionetas! Entonces tuve que cambiar de estrategia y salir media hora antes de mi casa para no coincidir con los albañiles.

En las camionetas no había asaltos, ni disparos. Uno podía dormir tranquilamente, y más de una vez me pasé de mi parada porque iba bien dormido, especialmente cuando entraba a la universidad a las 7 de la mañana. Tenía que bajarme frente al Campo de Marte, y aveces no despertaba hasta que íbamos por el el Gimnasio Teodoro Palacios Flores. Aunque aveces subían algunos cantantes, o guitarristas, generalmente eran mendigos educados que hacían lo que mejor podían para ganarse unos centavos. También se subían jóvenes de una secta, que repartían volantes y pedían contribuciones.

El negocio del transporte colectivo urbano, en la ciudad de Guatemala, siempre fue muy corrupto por los monopolios de rutas y por el subsidio; pero hubo un tiempo en el que ir en camioneta no era peligroso.


04
Dic 11

Carpe Diem en todas partes, “Las cien puertas”

Este letrero de Carpe Diem lo halló mi amiga, Lucila, en Las cien puertas, un barcito ubicado en el Pasaje Aycinena, en el Centro Histórico de la ciudad de Guatemala.


10
Nov 11

¡Gané un Premio Charles L. Stillman!

Este año gané un Premio Charles L. Stillman por mi columna titulada ¿Hacia una reforma fiscal?, misma que fue publicada el 15 de julio pasado en El Periódico y aquí, en Carpe Diem.  Por supuesto que estoy feliz, como una lombriz.

El Premio Charles L. Stillman es consecuencia del concurso homónimo.  Los premios Stillman son entregados por el Consejo Directivo de la Universidad Francisco Marroquín, a los profesores universitarios -de cualquier universidad del país- que sean autores de las mejores investigaciones y columnas periodísticas sobre filosofía de la libertad y sobre el análisis económico del derecho y la política. Este, por cierto, es el cuarto Premio Stillman que recibo:

La columna ganadora de este año dice así:  Los impuestos, como los conocemos, son una forma de robo. No son más que tomar dinero ajeno por la fuerza y repartirlo –políticamente– entre intereses particulares a los que, en muchos casos, los legítimos propietarios del dinero no les darían fondos de forma voluntaria y pacífica. Así, los impuestos menguan la calidad moral de las personas porque, acciones que podrían ser benevolentes, se convierten en forzadas, obligatorias y desprovistas de virtud.

Dicho lo anterior, y como desde niños se nos entrena a no cuestionar las potestades expoliadoras de los políticos socialistas y de sus funcionarios, celebro que se esté hablando seriamente de una reforma fiscal que comience con mejorar la calidad del gasto y hacerlo transparente. Aunque suene a Viólame, pero solo un poquito, una reforma de este tipo es mejor que la política depredadora que prevalece.

Para citar una analogía de James Grant, en The Golden Rule of Fiscal Discipline, hasta ahora les hemos dado a los políticos una tarjeta de crédito sin límite, sin intereses, sin cuota de membresía y sin vencimiento; pero lo que deberían tener, si tanta es la necedad, es una tarjeta de débito.

Ningún pacto fiscal debe ser aceptado, por los tributarios, si se negocia entre grupos de interés, sin tomar en cuenta a los tributarios. Ni Hillary Clinton, ni Francisco Dall’Anese, ni la exguerrilla tienen que decirnos cuántos impuestos hay que pagar.Ningún pacto fiscal debe ser aceptado si los tributarios no tienen evidencias de que la corrupción ha sido detenida, de que el presupuesto ha dejado de servir a grupos de interés, y de que se han reducido la mala administración y el desperdicio.

Si es necesario pagar el costo de tener gobierno, los impuestos no deben crear ventajas, ni desventajas para las personas que se dedican a una, u otra actividad social. Los impuestos deben ser simples y los tributarios deben saber por qué están pagando. No deben obstaculizar la formación de capital, ni sabotear las oportunidades de bienestar, ni debilitar la economía. Deben ser limitados.

Una reforma que no tome en cuenta aquello no es más que otro esquema de expoliación y debe ser rechazado por los tributarios; ya que sobre ellos es que pesa el costo de las partidas de transferencia de recursos, los desperdicios y la corrupción. Sobre ellos pesan las partidas que asfixian la prosperidad.


27
Oct 11

El oficio ingrato del “whistleblower”

El whistleblower es la persona que le advierte al público acerca de cosas que debería saber: casos de corrupción, mal uso del dinero de los tributarios, abusos, ataques contra los derechos individuales, multiplicación de privilegios, y otras cosas parecidas.  Y es un oficio ingrato,

Viene al caso porque el lector que se identifica como Adrián H. María dice que en el caso de la donación forzada de organos, aprobada por el Congreso mexicano, yo sólo grito fuego y que no explico las cosas.

Y yo digo que, ¿qué hay de malo en sólo ser el whistleblower o en sólo advertir contra el fuego? Digo, porque no está de más llamar la atención sobre el asunto.  Y porque no siempre tengo tiempo de ocuparme a fondo de los temas, aunque si pueda tomar unos minutos para advertir de peligros.  Y digo, porque seguramente hay personas que pueden dar mejores explicaciones y soluciones que yo, y así aprovechamos la división del trabajo.  Creo que si no ve un fuego en un teatro lleno de gente, es válido gritar fuego auque uno no tenga un extinguidor a mano.

Francamente no me siento obligado a tener explicaciones y soluciones para todo, aunque ande por aquí en la búsqueda de la verdad y abriendo discusiones.  No me gusta la tarea de inventar el agua azucarada; pero creo que es útil detectar ángulos peligrosos, en las políticas públicas, y advertirle a la gente acerca de esos peligros.  Sobre todo cuando pretenden que los intereses colectivos prevalezcan sobre los derechos individuales, como es el caso que originó esta meditación.


19
Oct 11

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18
Oct 11

Quinto aniversario de “Carpe Diem!

Este espacio -intolerante con el colectivismo, políticamente incorrecto y epicúreo- cumple cinco años desde el viernes pasado.

Los cumple bien, gracias a tí.  Estos cinco años no han sido cualesquiera ya que, por medio de este espacio, he conocido mucha gente generosa y cariñosa; y he disfrutado posteando casi, casi, todos los días. Permítaseme, pues, celebrar lo que es bello,  lo que es bueno y lo que es pacífico en el primer lustro de Carpe Diem, el Blog.


09
Sep 11

¿Por qué votas?

Votamos porque vivimos en una república, no porque vivamos en una democracia. La democracia es el gobierno por la voluntad de la mayoría, pero la república es mucho mas.

Aristóteles escribió que el hombre estableció la comunidad política para vivir agradablemente y no sólo con el fin de vivir. De ahí que, en el contexto de una república sana, sea tan repugnante la tiranía de uno, como la tiranía de la mayoría. Lo que importa en una república es el respeto a los derechos individuales de todos, por eso es que la igualdad de todos ante la ley es un principio republicano fundamental.

Características propias de una república sana son la división del poder; el hecho de que el gobierno y sus funcionarios estén sujetos a la Constitución y a las leyes; que como dijo V, de V for Vendetta, las personas no le teman al gobierno, sino que el gobierno les tema a las personas; que los ciudadanos y tributarios puedan ejercer el sufragio y ser electos; y que haya control jurisdiccional de los actos de quienes ejercen el poder público en nombre del pueblo.

Ninguna de estas es una característica de la democracia –que no es más que el gobierno por la voluntad de la mayoría–, sino del sistema republicano.

La confusión es tan generalizada que el maestro, F.A. Hayek, le atribuyó a la democracia beneficios útiles que son propios de una república: 1) Tomar decisiones por medio del sufragio es menos dañino que imponerse y apelar a la violencia. 2) El sistema republicano, por su compromiso con los derechos individuales y sus instituciones, engendra más libertad que otras formas de gobierno. 3) La república es más educativa y formativa con respecto a los negocios públicos.

Todo este proceso cansino que hemos atravesado para llegar a los comicios del domingo debería ser de carácter educativo. Deberíamos meditarlo y aprender de él. ¿Qué lección nos deja que los partidos no respeten la ley electoral? ¿Qué aprendemos de que la calidad del debate y la de los candidatos sea muy pobre? ¿Qué nos enseñan los discursos populistas y clientelares acerca del sistema? ¿Cuánto puede aguantar un sistema así, antes de colapsar? ¿Empezamos a discutir ahora la reforma necesaria del sistema, o esperamos a que sea tarde? Hazte las preguntas que puedas.

Yo votaré nulo en unas papeletas y escogeré diputados en otras. ¿Por qué? Porque quiero contribuir a establecer una república sana, y no quiero ser cómplice de la continuidad del sistema actual. Urge que sea reformado.

Esta columna fue publicada por El Periódico.


23
Ago 11

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