Nuestro viaje de fin de año, en 2018 fue por las verapaces. Los dos objetivos principales fueron: El salto de Chilascó, que es la catarata más alta de Centroamérica; y las cataratas de Las Conchas. Así que agarramos camino el jueves 27 de diciembre de 2018 con el propósito de volver el martes 1 de enero de 2019. Haz clic en las fotos para ver más fotos.
El paseo nos llevó por la cueva de Chicoy, uno de los pozos vivos que hay en Alta Verapaz, el mercado de Purulha, el Saltito, el camino a Chixoy y por un recorrido gastronómico que seguramente nunca voy a olvidar. Recibimos el año nuevo en el Jupiter II, que es el apodo que le tengo al kiosko del parque central de Cobán en un ambiente encantador.
Fue un paseo enriquecido no sólo por los lugares que conocimos, sino por la gente alegre y generosa que nos atendió y con la que compartimos.
En la primera etapa Raúl y yo llegamos al hotel Posada de la montaña del quetzal, con el propósito de usarlo de base para visitar el área. Llegamos directamente a almorzar y atendidos por Nohemí probamos su delicioso kak-ik, que es un caldo de chunto característico de la región. El caldo llenó nuestras expectativas. Chunto es el nombre que se le da al chompipe en las verapaces.
A finales de los años 70 visité la Posada de la montaña del quetzal cuando, en compañía de la familia Lizama y de miembros de la Asociación Guatemalteca de Orquideología, viajábamos al interior del país a rescatar y a identificar orquídeas. Esa fue una de las épocas más felices de mi vida, y me alegró mucho volver a la Posada cuya arquitectura, y sus cabañas con chimenea son dignas de su kak-ik y de la atención de su personal.
El jueves 27, luego de almorzar y de una siesta simbólica agarramos rumbo al biotopo del quetzal Mario Dary Rivera, que yo ya había visitado dos veces; una con los orquideólogos y otra con un grupo de amigos a principios de los años 80. El lugar es estupendo, no subimos a los senderos, por la hora; pero disfrutamos mucho de la hospitalidad y de las atracciones en el centro de visitantes. ¡Por supuesto que -igual que en las ocasiones anteriores- no vi quetzal alguno!, como no fuera uno disecado; pero me encantó la visita. Ese ambiente. Las texturas, los aromas, los colores y los sonidos del lugar. En verdad que es muy recomendable.
Al salir del biotopo decidimos conocer Purulha. Llegamos a su plaza y estacionamos para luego caminar al mercado que es pequeño, pero encantador. Ahí vi, por primera vez en mi vida, lo que llamo el tamal kit, que es una selección preparada con semillas, chiles y especias necesarias para preparar tamales, todo ello en bolsitas y en proporciones tipo tamales for dummies. Bueno…en realidad no hay tal cosa, ni puede haber tal cosa como tamales for dummies. También llamaron mi atención los paquetitos de achiote, primorosamente envueltos en hojas de tusa. Y la tarde la terminó un lustrador llamado Alex que no se como me convenció de lustrar mis botas y nos entretuvo con dos que tres anécdotas del lugar.
Tenemos la regla de no andar en la carretera por la noche así que volvimos a la Posada de la montaña del quetzal; no sin antes pasar por un hotel bonito que ofrecía paseos a caballo hacia otras cataratas de las que no había oído antes y allí acaricié la idea de visitarlas antes de ir a Chilascó; y luego te cuento que ocurrió con ese proyecto.
Volvimos a nuestro hospedaje sólo para cenar temprano, disfrutar un momento de la chimenea que encendió don Bernabé y ensayar la muerte. Creo que me dormí a las 8:00 p.m. muy emocionado por lo que vendría al día siguiente, y alegre por lo que había visto y vivido ese día.
Segunda etapa: El salto de Chilascó.
Tercera etapa: Chicoy, el pozo vivo, Chixoy y Cobán.
Cuarta etapa: Las conchas y Chahal.
Quinta etapa: Cobán y Año nuevo.
Cabal, es una región “mágica”; hice un recorrido similar la semana pasada y espero ir mañana, después de casi diez años, a Chilascó.