Si como dice el tango, Veinte años no es nada, imagínate lo que son 100 días. La observación viene a cuento porque esta semana la Administración Arévalo o Administración semillera cumplió 100 días de ejercer el poder en Guatemala.
Estoy seguro de que los primeros 100 días son estresantes para un partido político con cuadros, que ha tenido tiempo suficiente para hacerse a la idea de que controlará el Organismo Ejecutivo, y que posiblemente tenga apoyos partidarios medianamente asegurados en el Congreso.
Pero, imagina cuán abrumadores han sido -esos 100 días- para un movimiento integrado por una multitud de intereses específicos y concretos, acostumbrada a la barricada y a las pintas callejeras, sin experiencia política, ni administrativa. Imagínate como han sido para un grupo que llegó al poder por puro chiripazo y que, ni en sus sueños de opio, podía haber anticipado que tendrían que llenar -con gente medianamente capaz- la multitud de puestos de responsabilidad política y administrativa que caben en el presupuesto de gastos del gobierno. Imagina cómo ha sido no tener bancada debido al origen dudoso del movimiento. Imagina cómo ha sido enfrentar las expectativas de grupos de interés a cuyos dirigentes parece no haberles cerrado el lóbulo frontal, a pesar de la edad de algunos.
Parece que lo dijera en son de burla; pero hay un toque de empatía. De verdad creo que el plazo de 100 días es más una oportunidad mediática que un plazo razonable. Dicho lo anterior, y para aprovechar el festín mediático, ¿qué nos ha dejado la simiente?
Por lo pronto una obsesión…voy a decir…interesante… con la ley anticompetencia y con salir, aunque sea ilegalmente, de la Fiscal General. Una para quedar bien con su clientela con un big bang; y otra para remover obstáculos para el ejercicio más pleno del poder.
¿Qué más? A fuerza de presión mediática, el Presidente se hizo una rebaja simbólica de los ingresos que recibe del presupuesto del gobierno. Clavos con funcionarios que creyeron que podían usar los recursos del gobierno para asuntos personales; porque fueron pillados. Un abuso del Estado de calamidad, recurso que, hasta los mismos semilleros han advertido que es una forma de arca abierta. Elecciones fallidas de gobernadores. Y ya han anunciado que necesitan una piñata más grande, a pesar de que, según aseguraban, si se eliminaba la corrupción iba a abundar la plata.
¿Qué más? Manipulación de los procedimientos de formación y sanción de leyes para promover legislaciones de alto impacto mediático y para su clientela; ¿Por ejemplo? La legislación de donación de órganos y la del cáncer y la de pueblos indígenas para mencionar tres. En esa misma dirección, la normativa de géneros. Todo aquello apoyado por una actividad notoria, intensa y ¿costosa? en redes sociales virtuales.
¿Qué más? Un acuerdo secretísimo con Iván Velásquez, y ataques a la prensa por hacer preguntas incómodas para la Administración.
Que no te sorprenda; porque aquí y en Tombuctú, los socialistas (en todo el espectro) siempre han entendido muy bien el valor que tienen los efectos especiales de corto plazo, los dulces para la clientela y el control de la narrativa.
En estos primeros 100 días, mi impresión es que la Administración Arévalo o Administración semillera está en un laberinto.
Columna publicada en República.