La imprudencia de dejarse llevar por pasiones

 

La mara de siempre, apoyada por algunos imprudentes, anda por ahí pidiendo la renuncia de Alejandro Giammattei a la Presidencia de la república y con él, la renuncia de Raimundo y todo el mundo.

Prudenci, por Piero del Pollaiolo, dominio público, via Wikimedia Commons.

La prudencia es la virtud de deliberar y juzgar correctamente sobre lo que es bueno y ventajoso para uno mismo en el largo plazo. De ahí que, como dice en Los fundamentos de la moral, Henry Hazlitt, la distinción entre intereses de corto plazo e intereses de largo plazo ha estado siempre implícita en los juicios éticos de sentido común especialmente en los concernientes a la ética prudencial. Y si bien es cierto que ni siquiera los cinco minutos que siguen a nuestro presente es “seguro” y que en ningún momento podemos hacer otra cosa que actuar sobre probabilidades, también lo es, como lo dice en El retorno del superhombre, Warren Orbaugh, que la prudencia o sensatez consiste en identificar la realidad, en basar las convicciones y acciones en los hechos, en como son las cosas, tan bien como pueda uno discernirlos.

En La teoría de los sentimientos morales, Adam Smith también va por ahí. Una personalidad prudente…augura prosperidad y satisfacción tanto del individuo mismo, como de todos los que están conectados por él, dice; porque las personalidades de las personas pueden contribuir a promover o alterar la felicidad tanto del individuo como de la sociedad. Añade el escocés que las cualidades que nos son más provechosas son la razón y la inteligencia que nos capacitan para discernir las consecuencias remotas (en el largo plazo) de nuestros actos y para prever la ventaja, o desventaja que probablemente resultará de ellos.

Sabemos que a Alejandro Giammattei, a su vicepresidente, a su ministro de Relaciones Exteriores y a su ministra de Salud les quedó grande el tacuche; y casi todos los días nos enteramos de actos de corrupción de todas dimensiones en su equipo; pero la necesidad de resolver aquellas desgracias en el corto plazo no deben abrirles la puerta a problemas graves en el largo plazo.

Es peligroso que la exguerrilla y sus amigos le hayan agarrado el gusto a quitar presidentes luego de la necesaria remoción de Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti en 2015. La exguerrilla y sus amigos probaron hacer esta movida durante todo el período de Jimmy Morales, sin éxito. Y ahora lo intentan de nuevo. Sospecho que es una forma de tomar el poder sin la necesidad de ganar elecciones, cosa que está visto que les es imposible.

Es peligroso que personas imprudentes, que no son exguerrilleros y que incluso no comparten valores con ideologías colectivistas y totalitarias se dejen llevar por el rechazo generalizado a la mala administración Giammattei y se suban al barco de la exguerrilla y sus amigos.

¿De dónde sale la idea de que -si tuviera éxito la remoción de Giammattei y parte de su equipo- los siguientes Presidente y Vicepresidente contarían con los cuadros necesarios -así al pedalazo– para enmendar los entuertos dejados por la administración actual?

¿De dónde sale la idea de que los actuales diputados, presionados por quién sabe qué intereses nacionales y extranjeros pueden elegir un mejor sustituto para Giammattei y su equipo? Sobre todo si la exguerrilla y sus amigos son los promotores del cambio.

El cambio sería formalmente legal, claro; pero en el largo plazo dañaría gravemente el sistema republicano que tanto nos está costando construir.  Imagínate, si a la exguerrilla, a sus amigos y a los jacobinos no les gusta la próxima administración electa popularmente, ¿cuánto crees que tardarían en volver a intentar removerla? Eso, si hubiera comicios.

Estas meditaciones no son acerca de defender la administración Giammattei. ¿Lo entiendes, verdad? Son acerca de la necesidad de actuar con prudencia y de tomar en cuenta el largo plazo.  Se tratan de buscar soluciones racionales de largo plazo, en vez de dejarse llevar por pasiones de corto plazo.  Son acerca de reconocer que la realidad no es opcional y que podemos ignorar la realidad, pero no las consecuencias de ignorar la realidad; incluso, y sobre todo en cuanto a la exguerrilla y sus amigos se refiere.

Giammattei y su equipo deben responder por sus decisiones y actuaciones, no cabe duda.  Pero es imprudente forzar la situación vulnerable de la institucionalidad y servirles la mesa a quienes buscan hacerse del poder sin la necesidad de ganar elecciones. En el largo plazo, la lucha es entre más, o menos libertad y más, o menos totalitarismo.

Comments

comments

Comments are closed.