En el cuarto día de nuestro viaje por las verapaces el destino son las cataratas de Las conchas, un paraíso de agua, colores y selva cerca de la frontera entre Alta Verapaz e Izabal. Haz clic en las fotos y vídeos para ver más fotos y vídeos.
Salimos temprano de Cobán y agarramos rumbo norte hacia la Franja transversal del norte. En esa área las carreteras están entre bien y muy bien; pero son tres horas y media de camino.
Luego de Cobán pasamos por Chisec, Raxruhá y el desvío hacia Cancuén, Sayaxché y Ceibal y por las entradas a Candelaria (todos esos lugares que uno quiere visitar), pasamos por San Bartolomé de las Casas, por el río Sebol y ¡llegamos a Chahal y Las conchas!.
Con hambre, sed y cansados llegamos al Jardín las Conchas, una parada muy agradable para refrescarnos con agua de coco y unos riquísimos tostones con salsa. Muy bien atendidos por el personal enfrentamos a las vendedoras de chocolate y de cocos, y una niña llamada Rosemary, así como un par de cuidadores de carros llamados William y Néstor nos hicieron sentir bienvenidos.
Ingresamos al área de las cataratas y nada -ni siquiera las fotos que habíamos visto- nos había preparado para lo que vimos. ¡Una serie de cataratas de colores en medio de la selva! Algo parecidas a Semuc Champey, pero diferentes. Uno queda embobado entre tanta belleza y tuvimos la suerte de que no había mucha gente.
Raúl y yo tomamos posesión de un recodo apacible y nos metimos al agua. En el agua hay pececillos que cuando uno mete los pies y las piernas se acercan a dar mordidas y deleitarse con…lo que sea que muerdan ahí. Y, mientras tanto, uno se deja embelesar con el encanto del lugar. Los sonidos del agua y de la selva. Los aromas; los colores; el agua fría, pero sabrosa y la idea de haber llegado a ese lugar recóndito y de poder disfrutarlo.
Las cataratas de Las conchas son muy diferentes al Salto de Chilascó; y ambas experiencias son muy distintas.
Cuando y era hora de salir del agua, porque el hambre aprieta, regresamos al estacionamiento y vimos que del bosque salían unas personas. ¡Se nos había olvidado que en el lugar hay un mirador que hay que visitar! Si vas, no regreses sin encaramarte a la torre de madera y apreciar la vista más espectacular de aquel lugar que ya, de por sí, nos había ofrecido muchísimo.
Pero claro, el hambre es canijo y cierran el lugar al atardecer. El ocaso nos agarró en la carretera rumbo al hotel Villa Santa Elena en donde nos alojaríamos. Nos dimos sendas duchas y llegamos al comedor a eso de las 6:20; y a pesar de que la cocina cierra a las 6:00, Augusto y su equipo tuvieron la gentileza de ofrecernos una cena de spaghetti que disfrutamos bastante. La salsa de tomate estaba muy rica y mi única sugerencia fue que, en vez de usar romero, usaran albahaca, u orégano.
Dormimos y descansamos en un cuarto muy sencillo; pero limpio y seguro.
Al día siguiente nos despertamos temprano y nos duchamos. A pesar de que la cocina no abre hasta las 7:00 a.m., César y su equipo se las arreglaron para ofrecernos un desayuno sabroso, poco antes de esa hora, mismo que incluyó panqueques con banano y tortillas que César tuvo que salir a comprar al mercado. La naranjada con soda, por cierto, es muy, muy sabrosa en ese hotel.
Luego de prepararnos para el viaje cogimos la carretera de vuelta a Cobán. Ya mencioné que el camino es muy agradable y variado. Lo más notable que vimos fue una plantación de achiote y cardamomo; pero el camino está lleno de detalles. Curiosamente hicimos sólo tres horas de vuelta a Cobán, en vez de las tres horas y media que hicimos de ida a Las conchas.
Llegamos a Cobán justo a la hora de ducharnos de nuevo, descansar un poco y salir a buscar almuerzo.
Primera etapa: La posada de la montaña del quetzal, Biotopo del quetzal y Purulha.
Segunda etapa: El salto de Chilascó.
Tercera etapa: Chicoy, el pozo vivo, Chixoy y Cobán.
Quinta etapa: Cobán y Año nuevo.