La Corte de Constitucionalidad otorgó un amparo provisional en el caso del retorno de Iván Veláquez como jefe de la Comisión Contra la Impunidad en Guatemala; pero la resolución es un gallo-gallina.
Por un lado la resolución dice que el Presidente, como representante de la unidad nacional y obligado a velar por los intereses de toda la población de la República y responsable de dirigir la política exterior, con el fin de preservar el bien común y la armonía ciudadana debe realizar las negociaciones con el Secretario General de la Organización de Naciones Unidas hasta agotar las vías de diálogo relativas a efecto de que sea mediante esos mecanismos que se defina cualquiera controversia relacionada con el acuerdo de la CICIG.
Tres cosas quiero destacar: 1. El Presidente debe negociar con el Secretario General de la ONU y ese es el mecanismo para dirimir las controversias acerca del futuro de la Comisión. 2. Al Presidente le corresponde dirigir la política exterior (dentro de la ley, claro y respetando los tratados, claro). 3. El Presidente debe hacerlo velando por los intereses de todos (no de la mayoría, ni de la mayoría), preservando el bien común (que es el bien de todos y no el de la mayoria,ni el de la minoría) y para preservar la armonía ciudadana. Siendo que hay controversia, y que debe ser resuelta para preservar la armonía, el bien común y proteger los intereses de todos, aquella negociación para dirimir las polémicas que hubiere acerca del futuro de la CICIG. Sin esa negociación y sin zanjar las disputas tomando en cuenta el punto 3, no es posible definir cuál es el futuro de aquella comisión.
Es posterior a aquella negociación que el Presidente -como responsable de la política exterior y guardian de la armonía ciudadana, del bien común y de los intereses de todos (no de la mayoría, ni de la minoría)- habrá de dejar entrar al país al Comisionado, o Comisionada. No puede ser antes porque la negociación será la que permita dirimir las controversias y sin resolver las controversias no es razonable que ingrese un comisionado, o comisionada.
A mí me llama la atención que la Corte no haya mencionado por nombre al actual jefe de la CICIG, Iván Velásquez y que haya elegido referirse al cargo en masculino y femenino como está en el acuerdo que le da orígen a la intervención de la Comisión en Guatemala. Por un lado es cierto que despersonaliza e institucionaliza; pero por otro lado es muy conveniente cuando se trata de decir, sin decir. Cuando se trata de producir un gallo-gallina.
No es la primera vez que la Corte falla de esa forma ambigua que no resuelve nada. Lo acaba de hacer en el caso de la Minera San Rafael.
Si me preguntan diré que lo que corresponde es que el Presidente interponga un recurso de Aclaración. No sólo para que los magistrados de la Corte de Constitucionalidad asuman su responsabilidad (ya sabes que en Guatemala la Constitución dice lo que la Corte dice que dice -y que eso puede variar arbitrariamente-), sino para que el Presidente sepa a qué atenerse exactamente y pueda complir con su obligación de dirigir la política exterior en atención a los intereses de todos y al bien común (y no sólo a los de la mayoría, y menos a los de los grupos más vociferantes).
Siendo que hay controversia sobre la CICIG y su jefe actual, no es sano que las cosas continúen sin que se diriman la diferencias civilizadamente, y esa es la tarea que tienen el Presidente y el Secretario general de la ONU. El costo de no dirimir civilizadamente las controversias es demasiado elevado.
Lo que no debe ocurrir es que la Corte de Constitucional asuma tareas que son propias del jefe del gobierno. Si bien es cierto que le Presidente está obligado a actuar conforme a la ley y los tratados, también es cierto que como la CC puede interpretar la Constitución a su antojo, el riesgo de un gobierno de los jueces es una amenaza real contra la República y contra las funciones del Ejecutivo.
Lo que no debe ocurrir es que la controversia actual sirva para que los clamores de golpe de estado, por parte de la exguerrilla y sus aliados, se haga realidad (aunque sea a fuerza de memes y de desinformación).