Al fin comí persimones

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¡Desde hace varias semanas hay montones de persimones en los mercados!; pero hasta esta semana pude comer los míos. Me encanta disfrutarlos bien, bien maduros y suculentos.  Me gozo su color, su dulzura y su textura, tan distinta a las de otras frutas. Me encanta comerlos bien fíos, aunque al tiempo también son sabrosos.

Los persimones siempre me recuerdan a mi abuela, Frances, en mi adolescencia.  En aquel tiempo no eran comunes, ni conocidos, y ella compartía conmigo los suyos que le llevaba su comadre, Queta, cosechados del jardín de su suegro don Manuel, en Panajachel.  La Abui, como le decíamos a mi abuela los comía crudos disfrutando de su dulzura y de su textura peculiar; o preparaba un pudding que sacaba lágrimas de emoción de lo delicioso que era.

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