Adopciones: la corrupción de la que no se habla

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Cinco bebés que fueron abandonados permanecen en el hospital estatal de Huehuetenango donde no hay recursos para atenderlos; tres fueron abandonados en un mes en barrancos, o en viviendas deshabitadas.  Uno fue dejado en una bolsa plástica. En todo el país, ¿cuántos bebés abandonados mueren de frío y hambre porque nadie los encuentra?¿Cuántos bebés –cuyos padres no pueden, o  no quieren criarlos– no serían abandonados, ni morirían de frío y hambre si pudieran ser dados en adopción sin prejuicios y sin ese cuello de botella y monopolio que es el Consejo Nacional de Adopciones?

El CNA presume de que en 2015 concluyó 125 [de acuerdo con su memoria de labores]; pero no explica que hay procesos estancados desde que fue aprobada la ley antiadopciones  y que bebés que podrían tener familia desde 2008 siguen institucionalizados sólo porque la burocracia hace ese tipo de cosas a sangre fría; y porque el objetivo no es proveer a los niños con familias que los amen, sino forzar a sus padres a criarlos a toda costa.  Si antes había miles de adopciones al año (y ciertamente que no todas eran delictivas); pero ahora concluyen sólo 125, ¿qué está pasando con los demás niños?

En días recientes la situación se ha agravado porque el CNA está extendiendo sus tentáculos. Hogares que recibían niños de padres muy pobres y les daban alimentos, albergue y educación porque sus padres voluntariamente así lo desean, han sido amenazados para que devolvieran a los niños a menos que se sometieran al control del monopolio estatal.  Incluso el Consejo se atreve a desobedecer resoluciones emanadas de los tribunales de menores en su obsesión por controlar los procesos y someterlos a criterios prejuiciosos como el de forzar a los padres a criar a sus hijos, o el de que los bebés no deben ser separados de sus culturas (¡Como si los bebés tuvieran cultura!).

Un sistema monopólico, prejuicioso y que prefiere estatizar bebés y niños (y crea incentivos políticos para abandonar niños en bolsas plásticas –o abortarlos, que es otra posibilidad–) es uno de los sistemas posibles más inmorales.

Columna publicada en elPeriódico.

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  1. Una crueldad aplaudida por muchos que se las llevan de “buenos”