Hace unos minutos, sobre la 20 calle de la zona 10, esta señora llamó por su móvil a su casa, para avisar que no había camionetas, que iba a caminar hacia allá y que por favor la salieran a recibir.
Esto ocurrió cuando en plena noche del 31 de diciembre salí a la farmacia y a la Despensa Familiar que estaban trabajando a plenitud. La gente contenta, supongo, porque los clientes hallaban lo que andaban buscando; y los trabajadores porque a diferencia de muchas otras personas, tienen empleo.
¿Por qué es que la farmacia, la Despensa y otros negocios sí están funcionando y las camionetas no?
Mi hipótesis es que el del transporte colectivo urbano es un negocio particularmente mercantilista, privilegiado y corrupto, a diferencia del de las farmacias, o el de los supermercados. El de las camionetas está subsidiado y es monopólico gracias a la connivencia entre los propietarios de buses y los políticos. En tanto el de las farmacias y el de los supermercados, no. Los autobuseros no necesitan atender a sus clientes en días de fiesta; pero los de las farmacias y los de los supermercados sí.
Por eso es que la señora de la foto tuvo que caminar a su casa después de haber esperado, en vano, durante quién sabe cuánto tiempo en la calle y de noche.
El mercantilismo, el socialismo y otras formas de colectivismo siempre terminan perjudicando a los más vulnerables.
…y, ¿por qué pudo llamar a su casa por un teléfono móvil barato? Gracias a una ley de telecomunicaciones que se negó a conceder monopolios, que propició la competencia y que es ejemplo para el mundo. Todo lo contrario al sistema de transporte colectivo urbano.
¿Cuántas personas se quedaron, hoy, sin transporte; pero no sin farmacia, sin supermercado, ni sin teléfono?