La Navidad me huele a ponche, manzanillas y pinabetes. Huele a los nacimientos en las casas de mis abuelas, y a la cena y al intercambio de regalos en la casa de mis papás. Huele a mincemeat pie y a galletas recién horneadas. Tiene el aroma de sentarse en la acera a quemar cohetes ¡de uno en uno! Huele a tamal negro y tamal colorado para el desayuno del 25; y a caldo de huevos, hecho con los huesos del pavo, para el almuerzo.
Es la fiesta en la que más disfruto las sonrisas de mis sobrinos y las llamadas de mis amigos. ¡Me encanta el espíritu de Navidad! Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad, compartir con los que no tienen, y en mi caso, turrones y tamales.
Es una lástima que los enemigos de la alegría y del placer aprovechen para emprenderla contra lo que califican de consumismo. ¿Preferirían, quizás, que el mensaje navideño fuera: Llorad y arrepentíos, en lugar del que se manifiesta con la tradicional algarabía?
En el aspecto material, lo que otrora fuera las fiestas saturnalias –de los romanos– genera corrientes inmensas de ingenio y de emprendimiento. Creatividad que produce alimentos, ropa, juguetes, luces, adornos y numerosos objetos de placer. Muchas gentes tienen trabajo durante todo el año para preparar la parafernalia navideña. De modo que lo que los scrooges critican como la parte maligna de la Navidad, resulta ser el pan de cada día y una vida digna para miles y quizás millones de familias alrededor del mundo.
La que estamos celebrando es una fiesta poderosa, cuyo encanto inocente y alegre invade a todo aquel que se relaja y tiene algo de niño. Usted dirá que soy un cursi; pero aquí, y haciendo cálculos, los mejores recuerdos de mis navidades siempre han involucrado sonrisas. Desde sonrisas inocentes, hasta sonrisas pícaras, pasando por sonrisas de complicidad y sonrisas de sí, yo también siento algo de nostalgia, pero me aguanto como los machos.
Dada su popularidad, parece evidente que los humanos, de casi todos los colores y convicciones, disfrutamos de un festejo universal que nos recuerda los principios que valoramos, una fiesta propicia para intercambiar regalos y halagar a las personas que amamos.
Si alguien lee estas líneas: ¡Muchas bendiciones!, y que esta Noche Buena la pasen rodeados de amor y en paz.
Esta columna fue publicada por El Periódico.
A mi esta Navidad (y las ultimas) me huele a añoranza, ya hice tamales y ponche, mi Arbol es de pinabete (de california) Pero desde donde estoy, No tenemos aserrin o manzanilla, Ni pino o “gusanos”, este pais que me acoge, solo lo cambiaria para estas fechas y me gustaria fuera como mi Guate, extraño mi familia, la risa de mi hermana y la sazon de mi madre, a mi viejo tocando la guitarra y mi hermano ser el alma de la fiesta, ya Se adelantaron, ya no volvere a verlos, bien dicen de la depression navideña!
Espero disfrute no solo lo que tiene, sino como siempre, esas pequeñas cosas que hacen de estas fiestas algo especial. Gracias por el regalo de su escritura