Estoy leyendo un artículo que se titula: Las víctimas británicas de la moda de la austeridad fiscal; y se me ocurrió que, en realidad, la austeridad fiscal no produce víctimas. Al menos, no en el sentido de que el ladrón al que se condena por tomar lo ajeno con violencia, no se le puede considerar víctima cuando se le captura, se le procesa y se le condena, no sólo en lo penal, sino en cuanto a responsabilidades civiles.
Me explico: Los impuestos son una forma de robo; y esto es porque son dinero tomado por la fuerza para utilizarlo políticamente en asuntos en los que, generalmente, el legítimo propietario de aquel dinero no lo usaría de forma pacífica y voluntaria.
Ergo, cuando a alguien que vivía de recursos ajenos tomados por la fuerza se le elimina la posibilidad de seguirlo haciendo, no se puede decir -apropiadamente- que es una víctima. A grandes rasgos, hay dos tipos de casos que viven de dinero ajeno tomado por la fuerza en forma de impuestos: Los que lo hacen a sabiendas y los que no. Los que lo hacen a sabiendas son sinvergüenzas que no tienen problemas éticos con eso de tomar lo ajeno y usarlo para satisfacer sus intereses particulares. Esos, definitivamente no son víctimas, sino victimarios. Y en el momento en que se acaba con su posibilidad de seguir siendo parásitos, lo que se hace es justicia, y no pueden calificar como víctimas.
Caso ligeramente distinto es el de aquellos que viven del dinero ajeno; pero no están conscientes de ello. Ellos, en todo caso, son víctimas del engaño por parte de aquellos inescrupulosos que les ocultan la verdad, o los engañan deliberadamente. No son víctimas de que se detenga la expoliación de la cual se benefician; sino víctimas de la falta de escrúpulos de aquellos que los hacen partícipes de la expoliación.
El estado benefactor como instrumento de expoliación multiplica las relaciones forzadas y violentas entre las personas, con lo que no sólo mina el estado de derecho, sino que socava y corroe los fundamentos mismos de la sociedad, que son las relaciones pacíficas y voluntarias. La austeridad fiscal, entonces, como una forma de racionalizar y disminuir la toma forzada de dinero ajeno para destinarlo a propósitos políticos arbitrarios, es un acto de justicia.
El argumento de que la austeridad fiscal produce víctimas es perverso porque distrae la atención de lo que es importante: La decisión de detener la expoliación, y evitar que el estado continúe siendo aquel instrumento por medio del cual unos intenta vivir a costillas de otros, para parafrasear el buen Federico Bastiat.