Por ahí hay quienes proponen que el bipartidismo sería una buena forma de fortalecer la cultura política y evitar la debilidad del sistema de partidos; y yo digo que esa es una idea muy mala.
Yo digo que la demanda política debería tener un abanico de opciones para expresar sus preferencias políticas. Digo que nadie debería estar facultado para limitar aquellas opciones. Digo que el problema no es el número de partidos sino la naturaleza de las organizaciones electoreras que se hacen llamar partidos.
En Guatemala, esas organizaciones que dicen ser partidos, en realidad son roscas de amigos y clientes diseñadas para llevar a ciertas personas al poder. El Frente Republicano Guatemalteco fue creado para llevar a Efraín Ríos Mont a la Presidencia; el Partido de Avanzada Nacional fue hecho para elevar a Alvaro Arzú a la alcaldía; la Gran Alianza Nacional fue comprada, o fabricada, para que Oscar Berger tuviera con qué llegar a la Presidencia. La Unidad Nacional de la Esperanza fue armada para llevar a Los Colom al poder. El Movimiento de Acción Solidaria fue el carrito que llevó a la presidencia a Jorge Serrano.
Los partidos chapines no son aquellas plataformas de principios y programas que, en la teoría política, sirven como intermediarios entre gobernantes y gobernados. Sólo son maquinarias electorales y administradoras de clientelismo, y por eso es que se desploman. Por eso no importa si son dos, o quince. Lo importante no es el número, sino su naturaleza.
Aún partidos como la Democracia Cristiana Guatemalteca, que tenían raíces filosóficas de alguna naturaleza, no resistieron el paso de sus dirigentes por el poder. La corrupción minó sus fundamentos originales; y la lucha entre facciones, así como el desencanto de muchos miembros a la hora de la repartición del botín, acabó con aquella organización. La UNE, que comenzó sus quince minutos de fama alardeando de que haría un gobierno socialdemócrata, ya ni menciona eso por ningún lado. Lo que importa ahora es conservar el poder, y atascarse, porque hay lodo.
¿Quién puede decir cuál es el número perfecto de partidos? En realidad, nadie. Y no deja de ser un poco arrogante pretender hacerlo. Los únicos que deben tener la facultad de decidir son los electores. El número ideal de partidos es el que los electores están dispuestos a tomar en serio y a apoyar. Pueden ser dos, o pueden ser treinta. Y la experiencia política irá depurando el panorama.
No es aceptable que a la demanda política se le limiten las opciones. El concepto de un bipartidismo artificial se basa en el supuesto equivocado de que en política se puede pintar con brocha tan gorda que con dos opciones basta. Y yo digo que eso es un disparate y un desatino. Para comenzar…¿quién y con qué elementos de juicio decidiría cuáles son las dos únicas opciones aceptables? ¿Por qué es que grupos políticos con principios parecidos, pero no iguales, tendrían que unirse a la fuerza? ¿Por qué es que la demanda política no debería tener el derecho de buscar formas de expresión que reflejen sus principios al 100%? ¿Por qué tendrían que conformarse con menos?
Si las alianzas, uniones y el bipartidismo fueran producto de encuentros de principios, enhorabuena; pero si fueran producto de una limitación forzada, eso sólo perjudicará el desarrollo de la tan anhelada cultura política.
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This entry was posted on lunes, febrero 1st, 2010 at 5:25 pm and is filed under democracia, partidos políticos, república.
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