Alvaro San Nicolás Colom, presidente socialdemócrata de Guatemala, ha hecho una notable contribución a las ciencias sociales, quizás del tamaño de la que conocemos como El Dogma de Montaigne.
El citado dogma apunta a que los ricos son ricos, a costa de los pobres; y Colom ha disparado que No vale la pena ser millonario en un país de hambrientos, frase que pronunció en el Encuentro Nacional de Empresarios, 2008. No estuve ahí; pero apuesto a que los asistentes aplaudieron el discurso y el ingenio presidencial. ¡Más de uno debe haberle dado un apretón de manos en señal de felicitación!
En este espacio, sin embargo, no se acostumbra celebrar ese tipo de dislates. Es más, sostengo que en un país de hambrientos, los millonarios son más necesarios que en ninguna otra parte. En el supuesto, claro, de que los millonarios lo son porque tienen fábricas, comercios, fincas, bancos y demás, con lo que sirven a las personas -y dan empleos-; y no porque tienen acceso al manejo arbitrario y abusivo del dinero que toman de los tributarios.
Los millonarios que no valen la pena ¡y son una vergüenza! son los que se hacen ricos mediante el saqueo del Congreso de la República, del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, o del Crédito Hipotecario Nacional, para mencionar sólo tres ejemplos.
Antes de poder jugar a San Nicolás, Colom era uno de esos que creaban riqueza y creaban empleos; tan es así que presidió la Asociación Gremial de Exportadores de Productos No Tradicionales. Desde esa perspectiva, ha de ser interesante saber por qué es que ahora afirma que no vale la pena ser creador de riqueza. ¿Será que el hambre y la miseria pueden ser eliminados sin creación de riqueza?
A mí se me hace que Colom se creyó el Dogma de Montaigne y se creyó que las relaciones sociales pacíficas y voluntarias son un juego de suma cero en el que las ganancias de unos son posibles sólo gracias a las pérdidas que sufren otros. A mí se me hace que Colom se quedó atascado en la Historia, en los tiempos de cuando sólo se podría adquirir riqueza tomándola de otros. Situación que cambió hace añales -pero añales-, cuando el capitalismo nos enseño que la riqueza no sólo eran el oro y la plata que alguien atesoraba en un cofre, sino que podía ser creada y multiplicada mediante el espíritu emprendedor. De ahí, creo, es que el Presidente socialdemócrata cree que no vale la pena ser millonario en un país de hambrientos.
Los ricos son indispensables para el desarrollo de la economía y para el bienestar de las personas. En primer lugar porque los ricos obtienen sus riquezas como consecuencia de su emprendedurismo y de su productividad; en segundo lugar porque -como los ricos no guardan su dinero bajo el cholchón- mientras más fábricas, comercios, fincas y bancos tienen, más puestos de trabajo hay, y mientras más puestos de trabajo hay, menos personsas hay desempleadas y más mejoran los salarios.; en tercer lugar porque para los ricos se hacen los teléfonos móviles, los hornos de microhondas, los CD players, y toda esa multitud de cosas que luego, cuando se abaratan, nos hacen la vida más cómoda y agradable a los que no somos millonarios.
Irónico es, también, que Colom desprecie a los millonarios ya que sin ellos su administración no tendría tanto de dónde esquilmar.
Sostengo que, si en Guatemala hubiera más ricos propietarios de fábricas, de comercios, de fincas y de bancos, también habría más empleos para los chapines, y menos gente sería pobre. Pero claro, en esas condiciones, ¿qué utilidad tendrían gentes como Alvaro San Nicolás?
Comments
comments
This entry was posted on martes, octubre 21st, 2008 at 3:13 pm and is filed under Alvaro Colom, capitalismo, Michel de Montaigne, pobreza, riqueza.
You can follow any comments to this entry through the RSS 2.0 feed.
Both comments and pings are currently closed.
Estoy totalmente de acuerdo con el siguiente párrafo. Sin embargo, el dogma de Montaigne aplica en este caso como un postulado teórico. Tu tercer párrafo confirma la realidad y sí: en Guatemala algunos de esos nuevos y poderosos ricos se han encargado de conseguir la plata a costa de los pobres.Hasta qué punto aguantarán los pobres a seguir viviendo con hambre está por verse (ya lo vemos). Lo que REALMENTE me preocupa es que no sabemos hasta qué punto los ricos que tienen fábricas, comercios, fincas y bancos estarán dispuestos a vivir en un sistema en el que reina la expoliación ante la ley y los costos de competitividad se reducen por causa de la burocracia y la corrupción. Esto es lo que realmente me preocupa.