Ahora que leo el lío ese de los obsequios hechos por la vicepresidenta, Roxana Baldetti, pienso que, como esos regalos son hecho con dinero ajeno -tomado por la fuerza- de los tributarios, los políticos y sus funcionarios deberían ser mucho más prudentes y hasta humildes, a la hora de repartirlos.
Digo yo…supongamos que sí es una práctica obligada de cortesía intercambiar regalos; y además es un bonito gesto. No es lo mismo hacerlo con dinero propio, que con dinero ajeno. Si es con dinero propio no hay clavo; uno da lo que puede y lo que quiere. Y hay quienes sostienen que uno debe dar más de lo que recibe.
Empero, la perspectiva cambia cuando se trata de dar con dinero ajeno y en nombre del estado, del gobierno, o la nación. Aquí es donde entran la importancia de la prudencia extrema y de la humildad. Siendo que se supone que no hay dinero para escuelas y medicinas; y que hacen falta recursos económicos para seguridad y justicia, yo tendría mucho recelo en regalar -con dinero ajeno y tomado porla fuerza- las botellas más caras de ron y las cajas más exóticas de chocolates. Regalaría buen ron y buenos chocolates, pero con prudencia y humildad. A las señoras nunca les regalaría frascos de perfumes de $100 cada uno; pero sí regalaría huipiles de $50; o caminos de mesa de $40.
Definitivamente no haría obsequios por cosas como el Día de la mujer, el Día del niño, el Día de la secretaria, o el Día del lápiz y la tostada, a menos que fueran personales. Nunca los haría con dinero de los tributarios.
Lo mismo pasa con las esquelas. Es ofensivo que, haciendo falta útiles escolares y medicinas, muchos funcionarios paguen una, dos y tres esquelas de páginas completas, con dinero de los tributarios. Las esquelas, si fueran necesarias, no deberían ser más de una, y no deberían ser ostentosas.
Estas prudencia y humildad, esta responsabilidad con el manejo del dinero de los tributarios se ganaría el respeto de quienes pagan impuestos; y sería ejemplar para quienes no tienen respeto alguno por aquellos que son sacrificados para que los funcionarios puedan saludar con sombrero ajeno. Tanto aquí, en Guatemala, como en otros lugares del mundo. Esta sería una forma de elevar la barra de la decencia.