Desde hace varias semanas, casi no hay día en el que no haya un artículo de opinión que comente ProReforma; lo cual es buenísimo. Los temas que aborda el proyecto llaman a mucha reflexión de modo que su cuestionamiento y su discusión son muy valiosos. Empero, hay comentarios que no pasan de ser simplemente ataques, y estos generalmente vienen de parte de grupos de interés. Y lamentablemente muchos de esos ataques son por lo que los atacantes dicen que es ProReforma, y no por lo que es el pryecto. Los indigenistas lo atacan porque no se ocupa de sus intereses; los ecologistas hacen tres cuartos de lo mismo; algunos militares creen que es la semilla del anarquismo, la intelligentsia se incomoda porque el proyecto demanda integridad, porque no se parece a nada conocido, o porque no ha sido diseñado por ellos; la plutocracia criolla trata de hacer como si no existiera y más de un cura se ha expresado del proyecto, como si hubiera sido hecho por inspiración de Satanás. Los exguerrilleros lo atacan con rabia. Y, sin embargo, más de 70,000 personas prestaron sus firmas para respaldar el proyecto, y el día que fui con un equipo a buscar firmas a la población de Comalapa, la gente hacía fila para apoyar con su rúbrica.
Cuando noté esta peculiar alianza de los más dispares compañeros de cama, pensé que el mapa chapín de relaciones sociopolíticas estaba cambiando. Era evidente que si la plutocracia, los militares y la iglesia estaban del mismo lado que la exguerrilla, el viejo paradigma de izquierda y derecha (así con brocha gorda) era inadecuado para explicar las nuevas redes y las nuevas alineaciones. Pero ni siquiera un pincel más fino, como el de izquierda/colectivismo y derecha/individualismo resultó suficiente para los nuevos trazos que requería el nuevo mapa.
Se me ocurrió, entonces, que hay un establishment que ve en ProReforma una amenaza para sus intereses, para el estado patrimonial en el que operan, para su visión del mundo y para su lugar en el mundo. Pensé que si había personas que habían pasado todas sus vidas aprendiendo a vivir y a controlar el sistema -y que incluso habían estado dispuestas a matar y a dejarse matar-; ciertamente que esas personas verían a ProReforma como una amenaza para el statu quo y para su posición hegemónica, para sus privilegios, o para su modus vivendi. Seguramente que esas personas sentirían que, cuando al fin se sabían todas las respuestas, les íbamos a cambiar las preguntas.
…Y descubrí el agua azucarada.
En 1998, y en un libro que se llama The future and its enemies, Virginia Postrel explicó que las viejas etiquetas ya no funcionan e identificó a dos grandes grupos. Los devotos de la stasis o sea los que no quieren cambios y prefieren sociedades controladas y uniformes que sólo cambian con el permiso de alguna autoridad centralizada; y los dynamists que prefieren sociedades con fines abiertos en los que la creatividad y el emprenderurismo operan sobre reglas impredecibles y generan el progreso de forma impredecible.
Sólo en aquella stasis es posible la colaboración cómoda de plutócratas que creen que el país debería ser gobernado como se administra una empresa; militares que creen que el país debería ir hacia un solo objetivo común, como si fuera un ejército; exguerrilleros que creen que el país debería marchar por el camino que trazaron Marx, Lenin, o Mao; indigenistas que creen que su cosmovisión es superior a cualquiera otra; y de tecnócratas e intelectuales que creen que deberíamos tener un interés nacional multi e interclasista en el que tengamos tareas específicas a desempeñar como parte de un plan con fases que nos incorpore a todos.
Los dynamists, en cambio no están unidos por una agenda política común, sino por el entendimiento de que la sociedad es un orden complejo de procesos evolutivos tales como la investigación científica, la competencia en el mercado, el desarrollo artístico, y los inventos tecnológicos.
El libro de Postrel lo conocí gracias a mi amigo Bert, que un día de estos tuvo la paciencia de escuchar mi hipótesis acerca delestablishment. Como es buena onda no me dijo que lo que yo había descubierto, ya había sido descrito en The future and its enemies; pero en la medida en que me comentaba lo que había escrito la autora; y en la medida en la que avanzo en la lectura de la obra, en esas medidas mucho se ha aclarado. ¡Este era el pincel fino que nos hacía falta para no chorrear el análisis de lo que está ocurriendo en la sociedad chapina! Los que le tienen miedo al futuro y al cambio, están enfrentados con los que sabemos que todo cambia, y que podernos ser parte del cambio. Están enfrentados con los que en vez de aferrarnos a lo conocido, no tememos explorar lo ignoto. Están enfrentados con los que ya nos dimos cuenta de que si seguimos haciendo lo de siempre, fracasaremos como siempre.
Los stasists tienen miedo y por eso han reaccionado como lo han hecho frente a ProReforma.