Ayer salí a pasear por uno de los centros comerciales más importantes de la ciudad de Guatemala; en esas estaba cuando me topé con un concurso de belleza para niñas. Los que conocen este espacio, y me conocen, saben lo mucho que me divierten las expresiones de cultura popular; empero, hay algo en los concursos de belleza y especialemente en los de belleza de niñas que siempre me incomoda. Talvez es porque me impresionó mucho la historia de JonBenét Ramsey, o porque vi Little Miss Sunshine; pero, ¿qué necesidad hay de vestir y maquillar a niñas pequeñas como si fueran adultas y exponerlas a competir por su belleza?
Con todo y todo, el asunto no hubiera llamado mi atención si no me hubiera detenido a ver la primera eliminatoria. La conductora llamó a unas 15 chicas por sus nombres y eliminó a las demás. Las eliminadas bajaron del escenario…como baja cualquiera que es eliminado del un concurso; y acto seguido, la conductora anunció “una canción que seguramente es de sus favoritas”:
“Nadie pasa de esta esquina/aquí mandan las divinas/ porque somos gasolina/ gasolina de verdad.
Todos saben quién manda en este school/ porque nosotras somos gente cool/ gente que siente, con sangre caliente/ que quiere hacerse oir/ sea como sea, aquí no entran feas/ pa, que lo veas, te voy a mostrar/mira esa fea, aquella otra fea/ aquí no pueden entrar.
Nadie pasa de esta esquina/ aquí mandan las divinas/ porque somos gasolina/ gasolina de verdad.
Nosotras bailamos bien you know?/ dance, dance y mucho dance/ lo que pide tu corazón/ your heart, your heart, a tí te vamos a dar./ Las divinas, las divinas, brillan, brillan, como stars/fuera feas, fuera feas, para ustedes no hay lugar.
Nadie pasa de esta esquina/ aquí mandan las divinas/ porque somos gasolina/ gasolina de verdad”.
¡Wow!, pensé, ¿cómo se sentirán las chicas a las que sacaron del escenario al grito de ¡fuera feas, para ustedes no hay lugar!?…y se me puso la carne de gallina cuando ví a “las divinas” saltando y palmoteando en el escenario.
Entiendo que es parte de la naturaleza humana la admiración por lo bello y comparto plenamente ese placer; pero creo que este fue un acto de imprudencia y mal juicio; parecido a aquel en el que una empresa de concentrados para animales organizó un concurso de perros vestidos de inditos (c. 2000), aquí en la ciudad de Guatemala.
Escribo esta nota, no para que se someta a chantaje moral a nadie; sino para meditar sobre el hecho de que así como hay de jamón ibérico y de mortadela, todo tiene su lugar.