La semana pasada me encontré con esta frase del filósofo y jurista Francisco Suárez: El derecho [la ley], en su significado estricto, no debe atribuirse a cosas insensatas; y me acordé de El principito.
¿Te acuerdas que en aquella obra de Antoine de Saint-Exupéry el principito encontró a un rey que no ordenaba cosas insensatas, o incumplibles? Aquel rey -monarca absoluto y universal- le explicó al principito que la autoridad se fundamenta en primer lugar en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, hará la revolución. Yo tengo el derecho de exigir obediencia porque mis órdenes son razonables. Si yo ordenara a un general convertirse en ave marina, y si el general no obedeciera, no sería la culpa del general. Sería mi culpa. El monarca sólo ordenaba puestas de Sol, a la hora de la puesta del Sol.
Algo podríamos aprender de Suárez y de aquel rey.
Por cierto, Suárez abordó temas como la legitimidad del gobierno y los límites del poder civil. Es particularmente destacable la presencia de Suárez en los orígenes de las Independencias latinoamericanas (ver Stoetezer, Furlong o Giménez Fernández) e incluso en la redacción de las Fundamental Orders de Conneticut (1639), un antecedente de la Constitución Norteamericana. Esto implicaría el reconocimiento de Suárez como inspirador del liberalismo anglosajón, sobre todo a través de John Locke.
La foto es de Alexander Kuzovlev, CC BY-SA 4.0, Wikimedia Commons