Así como de repente, una orquesta de artículos contra ProReforma ha hecho su aparición. Como hongos siniestros, cultivados en una matriz de consignas retóricas, los artículos se suceden unos a otros bien diseñados para una clientela ávida de rant & rave, pero lastimosamente poco hambrienta del debate animado, profundo, cívico y académico que una propuesta de esta talla podría generar en esta república en construcción.
No voy a hacer referencias específicas a los artículos, ni a sus autores porque hablar de uno es hablar de todos. Los más, abundan en calumnias e injurias que no valdría la pena mencionar, si no fuera sólo porque sirve para llamar la atención sobre lo bajo que es el nivel de discusión de parte de la mayoría de críticos de ProReforma. Hay demasiadas amargura y rencores en la discusión sobre Pro Reforma. Un escalón más arriba, en este bajísimo nivel de críticas es la que se opone al proyecto porque no es del gusto de todos, o porque no es perfecta…como si algo lo fuera. Y…lo menciono, como digo, sólo para que conste en acta.
En una de las críticas más retorcidas, el autor pretende hacerles creer a sus lectores que la defensa de la vida, la libertad y la propiedad es la defensa de privilegios oligárquicos. ¡Por favor!, ¿cómo sería la existencia de TODOS si no aspiráramos a que nuestras vidas, libertad y propiedad fueran sagradas? ¿Querrá el autor que la vida, la libertad y la propiedad no sean defendidas, ni protegidas, porque él dice que son privilegios oligárquicos? ¿De verdad cree que el derecho a la vida es un privilegio oligárquico? ¡Esto no puede ser en serio! Da miedo saber que alguien cree, de verdad, que el derecho a la vida es un privilegio oligárquico. Seguramente pensando en aquel tipo de argumentos es que Carl Menger escribió que there is no better means to disclose the absurdity of a mode of reasoning than to let it pursue its full course to the end (1).
Las otras críticas con cierta apariencia de más seriecitas no son sino repetición de consignas. Pareciera que hay una matriz en la que se recomienda criticar ProReforma por antidemocrática, o por su concepto de Senado novedoso. Voy a concentrarme en estos dos aspectos para ilustrar el punto.
¿Qué más democrática puede ser una propuesta cuyos promotores solicitan que sea sometida DIRECTAMENTE a los ciudadanos, sin ser tamizada, manipulada, deformada, modificada, o alterada por intermediarios? ¡Vamos, muchá! La idea es que Juan, María, Pedro, Julia, Pancho y Tona, así como otros miles y miles de ciudadanos decidan por sí mismos y responsablemente como ciudadanos si quieren ProReforma, o no. ¿No es eso lo más parecido que puede haber a una democracia directa? ¿Por qué es que los críticos de ProReforma prefieren quitarle la responsabilidad a los ciudadanos, y filtrar la propuesta por medio del establishment en el Congreso?
El Senado no hay modo que lo entiendan; y los peores de ellos creen que es una réplica del concepto senatorial en los Estados Unidos de América, o en los Estados Unidos Mexicanos. Y entonces terminan criticando ProReforma por lo que ellos dicen que es; en vez de por lo que es. En ProReforma, el Congreso y el Senado se ocupan de dos tipos distintos de normativas: uno se ocupa de los mandatos específicos y concretos o thesis, en el sentido Hayekiano; en tanto que el otro se ocupa de las leyes propiamente dichas, generales y abstractas o nomos, en el mismo sentido. ¡Esta es la discusión cívica, jurídica y ética que deberíamos estar teniendo!
A otros les incomoda que los senadores sean electos por períodos de 15 años; ¿alguno se habrá dado cuenta de que en el sistema actual hay diputados que tienen eso y más en el Congreso? ¿Cuánto tiempo tienen Taracena y Crespo, para mencionar sólo dos? ¡Vamos, muchá!
La crítica por la edad de los senadores y la de quienes habrán de elegirlos ha sido llevada al absurdo porque lo que es una disposición para la cámara alta, es tratada por los críticos como si se aplicara para los tres organismos del estado, lo cual es, obviamente, una malintencionada interpretacion de la propuesta. Y con respecto a ese mismo tema, yo me lo pongo así: ¿Qué es mejor, que la gente que tiene 50 años de edad pueda elegir entre sus coetaneos cuyas ejecutorias tiene muchas posibilidades de conocer, o que la gente que tiene 18 años de edad elija entre gentes de 35, 40 o 70 años que no sólo no conoce, sino con quienes no comparte vivencias, experiencias, perspectivas, ni temporalidad? O al revés, que gente de 35, 40 o 70 años elija a algún veninteañero chispudo, cuyas ejecutorias todavía están por verse. ¡Por supusto que no se prejuzga de forma colectivista a grupos etáreos, sino a individuos con cierta característica de edad!, esto debería estar claro, ¿o no?
Hace poco, el bloguero
Carlos Mendoza me comentó que
es imposible que la propuesta pase en el Congreso tal y como la presentaron. Entonces, ¿para qué tanto esfuerzo? No lo entiendo. ¿Podrías explicármelo?
Pues…no se los demás que firmaron; pero yo no creo que sea imposible. Puede ser que sea difícil y tardado (pero muchas cosas buenas son complejas y llevan su tiempo); puede ser que haya que enfrentar críticas superficiales y fútiles que consuman demasiados tiempo, tinta y
bytes; puede ser que haya que repetir arguentos docenas de veces y de docenas de formas distintas, para luego recibir sólo injurias y para sólo escuchar prejuicios. A la larga y en la medida en que la haya, la discusión cívica habrá valido la pena, y…si más personas leen y entienden la propuesta, la ola crecerá y crecerá porque ¿puede usted seguir esperando a que los mismos tengan los resultados de siempre? Yo digo como la
publicidad de Adidas
®: Imposible is nothing.