Muy atinado es el editorial de hoy, en El Periódico, para referirse a las impertinencias del embajador holandés, en Guatemala, Teunis Kamper. El representante diplomático, claro, no es sino uno más en una larga lista de representantes extranjeros que más que como amigos han actuado como procónsules: María Leissner, de Suecia; Bea Ten Tuscher, de los Países Bajos; y Prudence Bushnell, de los EUA, sólo para citar a las más notorias.
En una reciente entrevista el embajador de Holanda, Teunis Kamper, expresó: Yo conversé con el fiscal general –Juan Luis Florido– y le pregunté si había considerado renunciar, debido a la ineficiencia de esta institución. Asimismo, el embajador Kamper señaló que las élites del país no están acostumbradas a pagar más impuestos. Muchos creen que el Gobierno tiene suficiente dinero para cumplir con sus objetivos, cuando evidentemente no es así. Es decir que el embajador Kamper se permitió pedir la renuncia a un funcionario público de Guatemala y hacer apreciaciones sobre el pago de impuestos en nuestro país. Aún cuando fuera cierto lo de la ineficiencia del Ministerio Público, creemos que un diplomático extranjero no es el indicado para solicitarle la renuncia al Fiscal General ni a ningún otro funcionario o empleado público. Tampoco lo es para venir a acusar de falta de pago de impuestos a los contribuyentes en Guatemala. Muy país amigo podrá ser Holanda, pero eso no les da derecho a sus gobernantes y diplomáticos para venir a interferir en los asuntos internos de nuestra nación. ¿Cómo verían los holandeses que el embajador guatemalteco fuera a pedirle la renuncia al equivalente del Fiscal General o al Presidente de la Corte Suprema en Holanda? Por cierto, en la cuestión fiscal sería interesante que el Embajador de Holanda nos dijera qué opinión le merece aquella famosa frase: No hay obras sin sobras, atribuida a un miembro distinguido de la comunidad internacional, al referirse a la administración de recursos públicos del PACUR por parte de la OIM. También sería interesante que se pronunciara sobre la administración de fondos públicos por organismos internacionales (a través de transferencias discrecionales, fideicomisos y demás) en secreto, sin transparencia, rendición de cuentas y publicidad, sin apegarse a la Ley de Contrataciones del Estado y, por supuesto, bajo la protección de la inmunidad diplomática. La Cancillería bajo el anterior Gobierno omitió protestar por declaraciones de extranjeros impertinentes, fundamentalmente por la intervención del ex vicepresidente Eduardo Stein. Ojalá que el actual Canciller proteste, con energía, por este tipo de intromisiones.
Eso nos sacamos porque los gobernantes andan de limosneros. Si yo fuese el presidente, hace rato que hubiera mandado a todos esos “shutes” a la……. “vuelta del toro-torojil”