Hoy nos terminamos de enterar de que el Ejército está débil en personal y en recursos; pero a mí me gustaría saber cómo están el orgullo y la dignidad de la institución armada.
Luego de que Alvaro Arzú y la guerrilla pactaron la derrota política de un ejército victorioso que había cumplido su función Constitucional hasta mucho más allá del llamado del deber, el presidente más turulo de Guatemala -Oscar Berger- le dió un golpe casi mortal al reducirlo en un 66%. No sin que antes, el pícaro de Alfonso Portillo hubiera contribuido con su parte para minar al ejército que evitó que Guatemala cayera en manos de la dictadura del proletariado encabezada por los comandantes de la guerrilla.
¿Y de agradecimiento? El desfile del Ejército fue cancelado en junio pasado, ocasión en la que me quede pensando en cómo es que la institución armada cayó hasta ahí.
Claro que buena parte de la cúpula militar también contribuyó a la decadencia de la institución armada. Lo hizo cuando se involucró en negocios turbios.
A estas alturas, ¿cuál será el estado del orgullo y la dignidad de la institución armada? Vencedora contra una guerrilla cobarde e insidiosa; y humillada luego por una alianza entre el conservadurismo y aquella misma guerrilla.