Cuando ordeno gavetas y espacios en casa no es raro que encuentre cosas curiosas, y lo que hallé el domingo fue mi tarjeta de inscripción militar, documento que uno tenía que obtener cuando cumplía los 18 años de edad.
El caso es que una vez cumplí la mayoría de edad fui al Registro Civil a obtener mi cédula de vecindad, al Registro Electoral a conseguir mi cédula de ciudadanía, y al Cuartel General del Ejército a sacar mi inscripción militar.
Esta última no implicaba prestación de servicio militar; y no he abierto el reglamento correspondiente -de 1936- para entender sus alcances. El caso es que, al cumplir 18, mi amigo Bobby y yo fuimos muy contentos a cumplir con este requisito legal que confirmaba que éramos adultos.
Es chistoso que la tarjeta se refiere a mi como el Soldado Luis Alberto Figueroa Jurado; y en consecuencia mi papá me puso el apodo de Beto el recluta, en alusión a una tira cómica que se publicaba en aquellos tiempos.