Los anacates -en cualquiera de sus formas de preparación- son uno de mis platos chapines favoritos. Los chanterelles, sin embargo, no son exclusivos de la comida tradicional guatemalteca y son apreciados en muchas culturas.
En casa los disfrutamos mucho con frijoles colorados, con salsa de perejil y jerez, en pizza, con crema y sobre spaghetti. También los probé una vez en pulique y fueron deliciosos. Desde niño, en la casa de mis padres y de mi abuela, Frances, los gozaba mucho. En aquel tiempo no eran tan abundantes como ahora y siempre fueron bocatto di cardinale.
La época de oro de los anacates en casa de mis padres y de mi abuela fue en los años 90 cuando una señora de San Juan Sacatepéquez los traía en pequeñas y encantadoras cestas de hojas. Fresquísimos a más no poder.
Estos hongos no sólo destacan por su sabor particular y delicado; sino por su consistencia que ofrece algo de resistencia a la mordida. Su color anaranjado es muy atractivo y sus formas son variadas.
Los de la cesta, en la foto que ilustra esta entrada, fueron escogidos a mano, uno por uno; y son los más galanes que hemos tenido en la temporada.